3 de diciembre de 2022

Controversias científico-técnicas en la wikipedia. Energía nuclear

 

Versiones analizadas:

-        Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Energ%C3%ADa_nuclear

-        Vikipèdia: https://ca.wikipedia.org/wiki/Energia_nuclear#Seguretat_nuclear

 

Comenzaré el análisis de la versión española de la Wikipedia según el modelo SCOTT analizando los principales grupos sociales relevantes (GSR) que intervienen en la controversia. En un primer grupo podríamos incluir a los propietarios de las centrales nucleares; en el caso de España sería un grupo muy pequeño, ya que sólo existen 3 empresas propietarias[1] (Iberdrola, Endesa y Naturgy) de las 5 centrales nucleares (7 reactores) que existen en todo el territorio nacional. Las 3 compañías cotizan desde hace años en el IBEX 35. Un segundo y tercer GSR estaría compuesto, respectivamente, por quienes están a favor y en contra del uso de la energía nuclear. Me atrevería a añadir un cuarto GSR, compuesto por colectivos en contra de la energía nuclear específicamente localizados en zonas próximas a las centrales nucleares, y un quinto que estaría conformado por el estado que debe regular su uso.

El GSR 1 entiende la energía nuclear como un modo de ganar dinero. El GSR 2, a grandes rasgos, entiende la energía nuclear como un sistema de generar energía barata, limpia y segura. El GSR 3 asignaría a la energía nuclear valores contrarios: cara, contaminante y peligrosa. El GSR 4 compartiría el significado que de la energía nuclear tiene el GSR 3, con el añadido de un mayor activismo en su contra por razones obvias de proximidad al peligro que entienden suponen las centrales nucleares. El GSR 5 debería entender la energía nuclear como un problema a resolver en función de las opiniones de los GSRR 2, 3 y (especialmente) 4, además de conjugarlo con opiniones técnicamente objetivas para evaluar la relación riesgo/beneficio. La realidad es, a mi entender, que el GSR 1 ejerce también una grandísima presión sobre el 5, entre otras maneras, a través del GSR 2, y es que tal como nos indica el profesor Aibar[2]:” en la mayoría de controversias públicas es posible encontrar científicos en los distintos lados de la contienda”, por lo que se hace evidente quien dispone de más capacidad de encontrar científicos para su causa.

Es manifiesto que la controversia sobre la energía nuclear dista mucho de ser clausurada y que su estabilización es complicada, al tratarse de una solución binaria: energía nuclear sí o no. Sólo Alemania parece estar cerca de esa clausura – tienen prevista la desconexión de este tipo de energía para el año 2022 – aunque seguirá abierto el debate sobre cómo gestionar los residuos nucleares.

Siguiendo la teoría del actor-red, podríamos definir algunos actantes como el uranio, el operador de panel en la central nuclear, la radioactividad, el ecologista, las grandes torres de refrigeración, el hijo del vecino del pueblo de al lado de la central, el guardia de seguridad, los medios de comunicación, el sueldo del CEO de Iberdrola, el control de acceso a la central nuclear, el cáncer, …   

Las traducciones de Latour juegan un papel clave en esta controversia, veámoslo con un ejemplo desde el punto de vista de los que están a favor de la energía nuclear: bienestar humano = comodidades = uso aparatos eléctricos = energía barata = energía nuclear.

Una central nuclear es, en sí misma, una caja negra. Cómo pasamos del uranio extraído de una mina en Husab (Namibia), a calentar la leche en el microondas de nuestra cocina, es un misterio sobre el que resulta imposible, para el común de los mortales, hacerse una idea. Buena prueba de ello son las dos versiones analizadas de la Wikipedia, que se dedican principalmente a explicar de manera bastante simple – parece ser – los mecanismos técnicos y científicos que entran en juego. Sin mucho éxito, hay que decirlo, en mi caso, aunque sí con una falsa sensación – y eso es lo más peligroso – de haber entendido algo.

Sólo la versión española contiene un punto específico sobre las controversias alrededor de la energía nuclear, aunque supone únicamente unas 400 palabras sobre las 16.000 que componen el artículo, es decir, dedica a la discrepancia alrededor del 2,5% del mismo. Además, la versión española solicita – curiosamente sólo para la enumeración de las desventajas – referencias que aparezcan en una publicación acreditada, hecho que he tratado de remediar muy humildemente como explicaré a continuación. 

La versión catalana no incluye ninguna mención a la controversia ni contiene ninguna conexión con el artículo independiente que sí hace referencia a la misma[3], aunque es importante mencionar que en este artículo sí se incluyen numerosas referencias bibliográficas acreditadas en la enumeración de las desventajas. Lo mismo que en la versión española de las controversias sobre la energía nuclear[4], mucho más completa que la catalana y con conexión directa en el artículo principal sobre energía nuclear. Ambos artículos ofrecen una perspectiva completamente determinista de la controversia en cuestión, es por eso que me he permitido realizar una pequeña contribución en las desventajas de la versión española Wikipedia que permita aportar una pequeña visión constructivista.

El artículo analizado tiene una gran variedad de fuentes y multitud de referencias bibliográficas, la inmensa mayoría de ellos orientados, aparentemente, a simplificar un tema que, en mi opinión, difícilmente puede ser sintetizado, como ya he mencionado anteriormente, y a tratar la energía nuclear como algo neutro. Fórmulas matemáticas de imposible comprensión, eminentes genios científicos con nombres que a todos nos suenan que ofrecen, en conjunto, la apariencia de tenerlo todo bajo control, pero que dejan un espacio muy reducido – prácticamente inexistente, diría yo – para el debate y el pensamiento crítico acerca de una tecnología para la que nadie nos preguntó y de la que parece (o no) que dependemos de manera irremediable.




[2] Eduard Aibar, Cultura tecnológica: estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad (Barcelona: ICE Universitat de Barcelona, 2002), p. 112.

12 de noviembre de 2022

Helena de Troya o cómo ser mujer en el mundo clásico

“¿Qué quiere decir “Helena”? No quiere decir nada. Helena está en Esparta, Helena en Menfis, Helena en Troya, Helena en Rodas… Hay muchas Helenas, no una sola; hay tantas que, al final, ya no hay ninguna.”

Maurizio Bettini y Carlo Brillante. El mito de Helena.

 

¿Quién escribe la historia?

Entre el espectral jurado que, más que escuchar el testimonio de las desdichas sufridas por Helena, parecen simplemente asistir impávidos a una historia cuyas tristezas no les son del todo extrañas, y desde el limbo al que ha sido condenada por su propia leyenda, Carmen Machi nos cuenta, para su descargo, no sólo su versión de la historia, sino una historia universal por todos conocida. Es la crónica que nos habla de los motivos que llevan a los hombres a la guerra, porque nunca ha sido su afán de poder y riqueza lo que los ha lanzado al caos y la destrucción, por lo menos no desde el punto de vista de quien ha escrito la historia. Pero también, por encima de todo, es el relato de su vida o los relatos más bien[1]:

[…] según la época de que se trate: esposa fiel, adúltera; inocente, o chivo expiatorio y por lo tanto culpable; símbolo sexual, quintaesencia de la feminidad; meretriz, vampira, o mejor, vampiresa. Ella puede ser todo esto y no perdurar en ninguno de estos prototipos”.

Helena, cansada ya de ser juzgada por la historia, no pide más que, de ganar el juicio, le sea concedido el olvido. Porque nunca fueron suficientes los peregrinos y mundanos motivos que han causado los mayores horrores, era necesaria Helena, porque era necesaria la guerra[2]:

La antigua democracia es por tanto el régimen en el que se cuentan todos los que tienen la ciudadanía, en tanto que tienen acceso a la asamblea donde se toman las decisiones. El problema es: ¿quién tiene la ciudadanía en la ciudad antigua? […] relativamente pocos: los varones adultos, en tanto que hijos de padre y madre atenienses, libres de nacimiento. […] En una palabra, la visión de la ciudadanía se condensa en la edad clásica en la identidad ciudadano-guerrero. Es ciudadano, es decir, forma parte de la comunidad de pleno derecho, a través de la participación en las asambleas decisorias, quien está en condiciones de ejercitar la principal función de los varones adultos libres: la guerra.

Para justificar muerte y desolación, dolor y desgracia, se hacía ya entonces necesario un motivo superior; una causa más allá de los hombres era – es y será – siempre imprescindible para disfrazar el mal ante los que han muerto, mueren o morirán; bien lo sabían Agamenón y Menelao. Pero debía ser un mal que no ensuciara en demasía las manos de los dioses, a riesgo de conducirlos al olvido, sino que les permitiera continuar en su olimpo inaccesible para seguir siendo capaces de entretenerse juzgando nuestras acciones.  

Me permito sugerir al espectador que se decida a acudir al tremendo espectáculo que nos ofrece Carmen Machi, a quien ya en este mismo momento le recomiendo encarecidamente hacerlo, que permanezca atento en todo momento a la más insignificante de sus frases y al más leve de sus gestos, porque es posible que le revelen más verdad sobre la situación de la mujer en nuestro mundo contemporáneo que en el mundo clásico, que también, y mucho. 

Y que mejor manera, debieron pensar algunos clásicos, de iniciar el camino de las más famosas justificaciones que con el mito de Helena, a fin de cuentas, el mito siempre fue una manera útil para los griegos de[3]:” […] entender sus vidas y justificar las divisiones y asimetrías sociales, entre ellas las que diferenciaba a las mujeres de los hombres” y sigue siéndolo para nosotros. Como muy bien nos explica Maurice Bowra[4]:

Todos los pueblos que no han alcanzado aún el estadio en el que la ideas pueden expresarse de modo abstracto y en los que el pensamiento científico es aún muy reducido, tienen en común una manera mítica de pensar. […] Eran particularmente útiles para dar formas vivas a temas en los que los términos abstractos eran inadecuados.  

En el caso de Helena, difícil expresarlo mejor que la Catedrática de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid[5]:

Si ha habido un personaje de la mitología clásica ensalzado y vilipendiado a través de los tiempos, podemos decir que ese es Helena, Helena de Troya. Desde ser considerada casi una diosa, paradigma de belleza, o instrumento de los designios divinos, hasta tenerla como prototipo de adúltera, de mujer objeto o como la Mata Hari de la antigüedad, Helena ha pasado por todo.

Y que mejor chivo expiatorio que una mujer, al fin y al cabo, ya se había hecho parte del trabajo, ¿o es que no fue Pandora, la primera mujer, ofrecida a los hombres como venganza por engañar al gran dios Zeus?[6]:” Enfurecido de nuevo, el padre de los dioses impuso al titán uno de los terribles castigos eternos de la mitología griega y, a los hombres, otra condena permanente, la creación de la primera mujer”. Es decir, como también nos dice Picazo[7]:” La primera mujer del mito griego no fue creada como compañera del hombre, como en el caso de Eva, sino como su castigo”.

Utilizada desde su niñez como herramienta política reproductora, raptada y violada por Teseo cuando era una niña de tan solo nueve años; casada, y violada una vez más por Menelao cuando contaba con tan solo catorce, bebe ambrosía para olvidar la rabia de todas las injusticias que ha sufrido. Bebe, bebe y bebe, pero no consigue huir de su castigo, ni tan solo olvidar para descansar.

Rehén de una belleza que le ha sido concedida por su padre para que juegue su papel entre los hombres, es entendida por Helena como su castigo. Siempre en manos de otros, nunca dueña de su propio destino, la profesora Saquero se pregunta[8]:” ¿fue en algún momento dueña de su destino? Ella ha resistido a todo y a todos hasta nuestro tiempo”, tal como Helena se pregunta la razón por la que Aquiles le dio esperanzas al prometerle que podría elegir marido, ¿qué necesidad había?, no era esa su elección como tampoco lo era de ninguna otra mujer en Grecia[9]:” La inteligencia femenina carece de la autoridad masculina y, por tanto, se justifica la necesidad de mantenerla de por vida bajo el control de un guardián”.

Pero Helena, encarnada en la extraordinaria Carmen Machi, se rebela contra el papel que le ha asignado el destino; empoderada, desafía a su padre y con ello al papel que la sociedad ha estipulado para ella, poniendo de este modo en peligro la institución que es la base de la misma, la familia[10]:” La naturaleza irracional de las mujeres y esa tendencia a someterse a sus pasiones plantean el posible peligro del adulterio, es decir, de la intrusión de un hijo ilegítimo, que podría alterar la sucesión correcta de la familia”.

Y es la decisión de irse con Paris la que marca el inicio y el fin del desafío. La única decisión que tomará por sí sola en su vida y por la que va a ser juzgada durante siglos por defensores y detractores, pero sin posibilidad de que ella misma pueda exponer sus argumentos; hasta ahora. La ilusión de su amor por Paris la hace sentirse libre por primera vez en la vida y durante su viaje a Troya vive su momento más dulce. Pero al llegar a la ciudad que quedará ligada a su nombre para siempre vuelve a la realidad de su tiempo; Paris ha conquistado por fin el anhelado corazón de su pueblo al arrebatar a los griegos su tesoro más preciado, deshonrando la base misma de su sistema de organización[11]:

Lo moderno de la aproximación a los griegos consiste (…) en intentar acercarse a ellos, para interpretar su legado cultural por referencia a la sociedad en la que vivían, y no por referencia a la nuestra. Los numerosos estudios realizados ya en esa dirección permiten constatar unos resultados muy positivos en la relectura de unos clásicos que no por menos idealizados resultan menos atractivos e interesantes para nosotros. […] Y no hacemos, con ello, en realidad, sino dejarnos llevar de la mano de Aristóteles, cuando nos presenta la polis y el oikos como las dos formas principales de comunidad humana. […] Lo que ya no se discute es que el oikos constituía la pieza básica del tejido social de la Grecia arcaica.

Aquí tenemos una de las razones principales para la elección del mito de Helena como causante de la Guerra de Troya, uno de los motivos principales de su efectividad y perdurabilidad: el ataque directo, a través del rapto de Helena, a la estructura misma del sistema social griego. Poca afrenta más grande podía haber para un griego, y no hablo en este caso de Menelao, que la destrucción de su oikos[12]:

La unidad básica del pueblo griego es el oikos, una palabra que engloba la casa, la hacienda y el patrimonio, y también núcleo habitacional y familiar, en paralelo con la idea de genos o estirpe familiar”. Tal como Marina Picazo nos dice[13]:” Matrimonio y adulterio implicaban directamente a las mujeres y a su papel social central, el de reproductoras de ciudadanos legítimos.

Esa era la supuesta tarea de Helena en toda esta historia, la de reproductora que permitiera la continuación de la estirpe griega, ese era el papel al que renuncia con el abandono de Menelao, y lo que iba a condenarla al juicio eterno[14]:

Cuando un hombre se casaba, su mujer se convertía en miembro de su casa, pero el matrimonio no implicaba la fundación de un oikos, sino su continuidad con el futuro nacimiento de un heredero. Un hombre podía tener un oikos sin esposa, pero un oikos sin un cabeza de familia estaba vacío, aunque lo ocupase su viuda embarazada. Desde el punto de vista griego, el oikos era un hombre y sus propiedades, no un marido, esposa e hijos.

Pero en los veinte años que pasarán hasta la definitiva caída de Troya, tiempo habrá de que esa fugaz felicidad sentida por Helena, traída por una efímera victoria sobre los poderosos griegos, se torne en odio y rencor. Ni el mismo Paris se sentirá capaz ya de defenderla una vez Aquiles mate a Troilo, su hermano más querido, dejando a su esposa a merced de las masas y culpándola, también, finalmente, de haber traído la desgracia a Troya. Queda ya entonces Helena, definitivamente sola e indefensa, frente al juicio de griegos, troyanos y el de la misma historia.

Pero, ¿sobre quién descargará el pueblo troyano tanto rencor por los años de guerra?, ¿sobre Paris, el causante de la afrenta? En ningún caso, todo lo bueno que su pueblo veía en Paris sigue igual de impoluto, no en cambio el papel de Helena, cuya belleza ya no parece compensar el sufrimiento al que se los está sometiendo. Como ella misma nos cuenta, lo que en Paris era valor, ahora es debilidad para Helena, su hazaña frente a los griegos es ahora una traición, el amor evocado por Helena se ha tornado en vicio y la honra recuperada para los troyanos es ahora deshonra en la guerra, como la gloria del vencedor, representada en la raptada belleza espartana, es ahora vergüenza frente a la culpable de todos sus males.

Cuando Paris huye cobardemente de su enfrentamiento con Menelao, Helena queda definitivamente sola en Troya y, harta de ser utilizada como coartada para la barbarie, pide ser entregada a Menelao; sin su amor, ¿qué sentido tiene ya permanecer allí? Aun siendo plenamente consciente de que supondría para ella una muerte segura, la prefiere al tormento de estar separada de su enamorado. Pero Paris vuelva al campo de batalla y, en un último gesto heroico, es herido de muerte, pero no lo ha hecho por su amada, lo que zanja definitivamente la trágica historia de amor.

En un último arrebato de cordura, completamente ebria ya de ambrosía y de loco amor por Paris, Helena pide a su impertérrito jurado que su nombre deje de utilizarse como coartada del odio, la destrucción y el ansia de poder de los hombres para, sin esperar el veredicto – porque no lo necesita – dirigirse al alba y descansar. Quizás lo más doloroso para ella siempre fue el no haber tenido la ocasión de ser escuchada. Es por eso que, probablemente, lo menos importante del juicio a una zorra sea el veredicto final para el que, quien se sienta libre de culpa, se atreva a condenarla.

 

Mario Lorenz

     

 


 

BIBLIOGRAFÍA.

 

Bowra, Maurice. La Atenas de Pericles. Madrid: Alianza Editorial, 2015.

Canfora, Luciano. El hombre griego. Madrid: Alianza Editorial, 1993.

Hernández, David y Raquel López. Civilización griega. Madrid: Alianza Editorial, 2014.

Picazo, Marina. Alguien se acordará de nosotras: mujeres en la ciudad griega antigua. Barcelona: Ed. Bellaterra, 2008.

Saquero, Pilar. "Helena de Troya: una heroína controvertida ". Asparkia: Investigació feminista, Nº 25 (2014): 113-126.

 

 

Foto de portada: https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/08/18/obra-de-teatro-juicio-a-una-zorra-carmen-machi-serie-hbo-1391412.html



[1] Pilar Saquero, “Helena de Troya: una heroína controvertida”, Asparkia: Investigació feminista, Nº 25 (2014): 124.

[2] Luciano Canfora, El hombre griego (Madrid: Alianza Editorial, 1993), 145-146.

[3] Marina Picazo, Pandora, el inicio de la misoginia occidental (Bellaterra: Ed. Bellaterra, 2008), 32.

[4] Maurice Bowra, La Atenas de Pericles (Madrid: Alianza Editorial, 2015), 178.

[5] Saquero, Helena de Troya…, 114.

[6] Picazo, Pandora…, 34.

[7] Picazo, Pandora…, 35.

[8] Saquero, Helena de Troya…, 123.

[9] Picazo, Pandora…, 36.

[10] Picazo, Pandora…, 38.

[11] David Hernández y Raquel López, Civilización griega (Madrid: Alianza Editorial, 2014), 65-66.

[12] Ibíd., 42.

[13] Marina Picazo, Alguien se acordará de nosotras: mujeres en la ciudad griega antigua (Barcelona: Ed. Bellaterra, 2008), 54.

[14] Ibíd., 51.

17 de septiembre de 2022

El género y la política de los artefactos

 

“El impacto más importante de la escritura en la historia humana es precisamente el cambio gradual de la manera en que los humanos piensan y ven el mundo. La asociación libre y el pensamiento holístico han dado paso a la compartimentalización y la burocracia.” 

Yuval N. Harari, Sapiens. De animales a dioses.

  

Es posible que uno de los argumentos más potentes en contra del clásico determinismo que ha venido rigiendo el camino de la percepción que de la tecnología ha tenido desde siempre la sociedad, sea la eventualidad de que los artefactos, productos de esa tecnología, o la misma tecnología, tengan política; veamos cómo. Si tenemos en cuenta una de las principales acepciones que podemos atribuir a la política, a saber, las relaciones de poder que se establecen entre individuos, deberemos empezar por preguntarnos el papel de esos dispositivos en esas relaciones de poder entre individuos o quizás, desde una perspectiva constructivista, que desarrollaré a lo largo del ensayo, diluir esas diferencias entre objeto y sujeto. 

Tal como nos indica el profesor Eduard Aibar a propósito del determinismo tecnológico, se trata, en resumen, de[1]:

la idea que la tecnologia constitueix l'agent causal més important en els canvis socials al llarg de la història; la tesi, en resum, de què el canvi tecnològic determina el canvi social o, dit d'una altra manera, que la tecnologia és, senzillament, el motor de la història.

La duda radica – y significa para mí un escollo importante en esta mi primera aproximación al constructivismo más radical según el modelo SCOT, que viene a cuestionar esa idea de la tecnología como el principal motor de la historia – en el alcance de la influencia de la sociedad en esa modulación del poder de la tecnología a lo largo de nuestra historia:[2]

El problema se establece cuando se intenta precisar la extensión de la influencia de lo social en lo científico. Es decir, si no hay nada más que la mera construcción social -relativismo- o si queda algún papel a la evidencia científica.

Es ahí donde juega su papel en este texto el profesor Langdon, que no va a solventar mi dilema de forma directa, pero si ayudar provocativamente con la atribución (o no) de poderes políticos, hasta ahora solo atribuibles al sujeto, a esos objetos que, según afirma el constructivismo, podrían no ser tan influyentes, o al menos no tanto como habíamos podido pensar hasta ahora, y de esta forma dejar de ser nosotros, como sociedad, simples sujetos pasivos que bailan al son que marca la tecnología.

Qué mejor forma de romper esa barrera que atribuyendo a los dispositivos capacidades que, intuitivamente, solo creeríamos propias de la sociedad que pretenden cambiar. Es de esta forma como se evidencia la bidireccionalidad y la simetría entre tecnología y sociedad tan propia del modelo SCOT; tan fácil de asumir la primera, como contraintuitiva es – en mi opinión – la segunda.

Langdon nos presenta dos estudios de caso, en la línea de la profunda vocación empírica del modelo SCOT y ANT – del que más adelante hablaré – para argumentar a favor de su tesis; pero ya que hemos definido anteriormente lo que se entenderá como “política”, es conveniente también centrar un poco más el término “tecnología” que, según él mismo, se referirá a[3]:” piezas o sistemas más o menos grandes de hardware de cierto tipo especial”. El primero de esos estudios de caso nos hablará de cuando esa tecnología es utilizada para[4] alcanzar un determinado fin dentro de una comunidad. El segundo nos descubrirá las implicaciones políticas – no evidentes – que tienen la adopción de un cierto tipo de tecnología.

En el primer caso, Langdon nos presenta a Robert Moses, urbanista de gran influencia en Estados Unidos durante la segunda mitad del s. XX, quien se encargó de diseñar, entre otros muchos grandes proyectos, los puentes sobre las avenidas de Long Island, en la ciudad de Nueva York. Cualquiera podría pensar, sin profundizar demasiado, que su reducida altura podía ser debida a algún complejo y técnicamente super-razonable motivo de eficiencia, que es lo que uno suele pensar de la tecnología y lo que le confiere su pretendida neutralidad. Sin embargo, a poco que uno profundice en estudios constructivistas como el de Langdon, descubrirá que los motivos para utilizar esa tecnología pueden ser más prosaicos, y que muchas veces, también, pueden ser utilizados para modificar esas relaciones de poder entre individuos de las que hablábamos al principio, es decir, para hacer política.

Para un determinado grupo social relevante (GSR), en este caso las clases más desfavorecidas, el diseño significaba la imposibilidad de desplazarse a los fantásticos parques y playas de Long Island, ya que impedía la llegada de autobuses, que con sus doce pies de altura no podían superar los 9 pies de esos pasos elevados. El otro GSR, con suficiente capacidad adquisitiva para desplazarse en su propio vehículo, no debía tener ningún problema. La flexibilidad interpretativa acerca del diseño utilizado establece un claro sesgo de clase.

Siguiendo el modelo SCOT, cuyo nacimiento es posterior a los hechos perpetrados por el Sr. Moses, podríamos concluir que la controversia entre los dos GSR – dicho desde una perspectiva marxista – no llevaron a la clausura y estabilización de la tecnología utilizada, obviamente por la imposibilidad de modificar el “artefacto” sin incurrir en grandes costes. Y es que Moses pertenecía a otro marco tecnológico, el que incluye a los que no necesitan desplazarse en transporte público ni les gusta ver pobres en sus ricos barrios. Moses utiliza este diseño para dividir a la sociedad, tal como podrían hacerlo, por ejemplo, dos partidos políticos. En este tipo de casos es donde los estudios CTS pueden ofrecer una valiosa ayuda, proporcionando una mejor perspectiva sobre el uso no-inmediato que conllevará una determinada tecnología.

En su segundo caso de estudio, más potente y mucho menos evidente que el anterior según mi opinión, Langdon nos muestra las implicaciones sociales que conllevan la elección de ciertas tecnologías y que le llevan a evidenciar el carácter inherentemente político de las mismas[5]:

[…] la adopción de un determinado sistema técnico requiere de hecho la creación y mantenimiento de un conjunto particular de condiciones sociales como ambiente de funcionamiento de dicho sistema. Esta posición es la que sostiene un autor contemporáneo que mantiene que: "si aceptamos la construcción de centrales nucleares, también aceptamos la existencia de una élite de técnicos, científicos, industriales y militares. Sin este tipo de gente, no podríamos tener energía nuclear" (Mander, 1978)

La pregunta que cabe hacerse es, según Langdon, si aceptamos la energía nuclear por unas determinadas cualidades técnicas o se nos ofrece a la sociedad como medio para llegar a un determinado sistema de organización. ¿Qué elegirá un gobernante como tecnología para ofrecer a sus ciudadanos, una que le permita un mayor control u otra le permita una mayor independencia de él como podrían ser las renovables? Langdon no ofrece la respuesta, pero plantea claramente, para nuestra consciencia, el fin político del camino al que lleva una elección u otra.

Siguiendo la tesis de Langdon, podemos entonces asignar capacidades políticas a la tecnología, la pregunta que me viene a la cabeza es, ¿podríamos llevar el reto un paso más allá todavía en el desmontaje de las categorías? La investigadora visitante de la Universidad de California, Verónica Sanz, cree que sí y desde una perspectiva de género afirma que:

El feminismo constructivista afirma que el género no sólo se “asocia” a las tecnologías una vez estas construidas, sino que es incorporado a la propia materialidad de los artefactos […]. Los procesos de generización se incorporan al nivel “material” de estas […]. Si las relaciones de género están “incorporadas” a los aparatos, estos van a contribuir, a su vez, a construir y a reforzar esas relaciones.

En realidad, no creo que se trate de una aproximación muy diferente a la de Langdon. La Dra. Sanz no hace sino analizar unos estudios de caso en los que tratará de evidenciar unas relaciones de poder, también asimétricas, ya no entre individuos, sino entre géneros, con el mismo fin de eliminar la ya mencionada dualidad objeto-sujeto, tan propia de la teoría constructivista del actor-red (ANT). Aunque con un importante apunte sólo esbozado anteriormente y verbalizado aquí por Sanz[6]:” […] la teoría clásica de ANT no desarrolla el hecho de que existe una gran diferencia estructural de poder entre los distintos actores de las redes”, afirmación que también podría aplicarse al sesgo de clase evidenciado por Langdon. Parece como si la teoría constructivista estuviera más dispuesta a reconocer la simetría, en cuanto a influencia mutua de tecnología y sociedad, que entre los GSR que la componen.

Como Langdon, Sanz nos presenta una serie de estudios de caso que siguen mostrando la importancia de estudiar la tecnología cuando se está creando[7]:” los procesos de ‘generización’ comienzan ya en las fases de diseño e innovación”.  Nos habla en primer lugar del peculiar diseño de ciertas máquinas de afeitar eléctricas para mujeres estudiado por Ellen van Oost (2003), cuyo aspecto tecnológico no parece ser del gusto femenino; es por eso que, según Sanz, presentan una mecánica diferente que impide abrirlas para manipular su interior.

La conclusión de es que este artefacto muestra las ideas preconcebidas de los diseñadores, a saber[8]:” mujeres tecnófobas y tecnológicamente incompetentes”. En mi opinión, la conclusión del estudio dice más de las ideas preconcebidas de van Oost acerca de las mujeres que de los diseñadores de la máquina de afeitar eléctrica femenina. Es, creo, un buen ejemplo de lo que la misma Sanz concluye como peligro[9]:

Una perspectiva feminista constructivista se compromete explícitamente a no perpetuar los esencialismos de género, riesgo que se corre a menudo (aunque sea inconscientemente) cuando realizamos cualquier investigación con perspectiva de género.  

¿No es, en definitiva, el actante hombre – máquina (masculina) equivalente al actante mujer – máquina (femenina)? ¿Por qué debe establecerse la misma relación interna?, es decir, ¿por qué no puede la mujer establecer una relación diferente con su máquina que pueda ser tenida en cuenta por los diseñadores? 

En el segundo y tercer caso, nos muestra el mismo proceso de generización aplicado al diseño de los procesadores de texto y softwares de recepción de llamadas en sendos estudios realizados por Janette Hofmann (1999) y Mass - Rommes (2007), en el que se repite el mismo esquema anterior. Un software aparentemente creado para simples y torpes secretarias o recepcionistas a las que se les pedía poco más que escribir a máquina o descolgar el teléfono.

Me cuesta creer, sin ninguna intención de contradecir un estudio del que no se dan más detalles, que los programadores se empecinaran de esa manera en obstaculizar el trabajo de sus propios clientes incluso a costa de reducir su productividad, y no pueda ser achacado simplemente a un error de diseño en unos años en los que ningún software era sencillo de utilizar para nadie. Diversas preguntas no dejan de rondar mi cabeza: ¿quién puede descartar que el mismo software no hubiera tenido el mismo resultado si hubiera sido utilizado por secretarios y tele operadores?, ¿hubieran preguntado los diseñadores cómo preferían que se desarrollara el software si los empleados hubieran sido hombres?, ¿cómo es tenido en cuenta este hecho en los estudios de caso mencionados?

El cuarto caso presentado es el de Anne-Jorunn Berg (1999), aun sin exhibir de salida el sesgo de género, sigue en la misma línea que los anteriores. No puedo evitar preguntarme el resultado del mismo análisis si los diseñadores hubieran tenido en cuenta las tareas asignadas a priori, por la propia autora del estudio, a las mujeres, es decir, una casa diseñada, de salida, para que la cocina pueda ser fácilmente limpiada. Siguiendo el concepto de traducción propuesto por Callon y Latour, me atrevo en este punto a proponer una muy simple traducción: casa inteligente = tecnología = bienestar de la familia = casa confortable para el hombre = casa confortable para la mujer = casa confortable para los hijos = felicidad. Podríamos decir que, de alguna manera, la caja negra de las “casas sólo para hombres” se ha abierto y, por primera vez, deben tenerse en cuenta también otros patrones de uso y principalmente el femenino.

El quinto y último caso de Rommes (2002) vuelve a insistir en lo mismo, el estudio sobre la Ciudad Digital de Ámsterdam me parece redundante y no puedo esquivar la impresión de que, una vez más, en cuanto a los estudios de caso se refiere, parece primar más la cantidad de los mismos que su calidad. Y no me refiero aquí, por supuesto, a la calidad del estudio en sí, sino a los ejemplos seleccionados.

Habiendo desgranado ya mi posición a lo largo del ensayo y admitiendo de salida mi opinión de que los artefactos tienen tanta política como género, he de confesar que se trata para mí de un razonamiento más bien intuitivo, aunque potenciado después de haberme introducido en las teorías constructivistas, sobretodo, y he de resaltarlo vehementemente, en el caso de la asignación de género. A priori, me parecen mucho más consistentes – aunque, una vez más, he de decir que me gustaría profundizar mucho más en ambos casos – los estudios de Langdon que los presentados por Sanz. Y, dado el enorme peso que tienen los estudios de caso en el constructivismo social, no puedo sino remarcar que no consigo desprenderme de la sensación de que esa tan mencionada simetría entre ciencia, tecnología y sociedad es algo más pretendida que real, más teórica que práctica, y que necesito analizar más estudios de caso y más potentes, o contrarrestarla con una mayor profundización por mi parte, para rendir mi moderado determinismo innato.

 


 

BIBLIOGRAFÍA.

 

Aibar, Eduard. La visió constructivista de la innovació tecnològica. Una introducció al model SCOT. Barcelona: UOC, 2021.

Domènech, Miquel y Francisco Javier Tirado Serrano. Teoria de l'actor-xarxa: Una aproximació simètrica a les relacions entre ciència, tecnologia i societat. Barcelona: UOC, 2021.

Sanz, Verónica. «Género en el 'contenido' de la tecnología: ejemplos en el diseño de software». Revista iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, Vol. 11(31) (2016): 93-118.

Winner, Langdon. «Do Artifacts Have Politics?». D. MacKenzie et al. (eds.), The Social Shaping of Technology, Open University Press (1985). [Versión castellana de Mario Francisco Villa]

Zubieta, Ana Fernández. El constructivismo social en la ciencia y la tecnología: las consecuencias no previstas de la ambivalencia epistemológica. Arbor 185.738 (2009): 689-703.



[1] E. Aibar, La visió constructivista de la innovació tecnològica. Una introducció al model SCOT (Barcelona: UOC, 2021), 7.

[2] A. Zubieta, El constructivismo social en la ciencia y la tecnología: las consecuencias no previstas de la ambivalencia epistemológica (Arbor, 2009), 7.

[3] Langdon Winner, Do Artifacts Have Politics? (Philadelphia: Open University Press, 1985), 3. [Versión castellana de Mario Francisco Villa].

[4] Ibíd.

[5] Ibíd., 7.

[6] Verónica Sanz, «Género en el 'contenido' de la tecnología: ejemplos en el diseño de software». Revista iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, Vol. 11(31) (2016): 97.

[7] Ibíd., 100.

[8] Ibíd., 104.

[9] Ibíd., 113.

10 de julio de 2022

¿Hacia la oscuridad?

 



Solo se me ocurre una respuesta para el final de un viaje que se iniciaba, a principios del s. XVII, con la esperanza de conseguir el fin de todo sufrimiento humano o, cuanto menos, con la fe de disponer de las herramientas para lograr hacerlo, y acaba con una Gran Guerra, aun sin saber que tendríamos que numerarlas. Un viaje que acaba con no menos de 16 millones de muertes solo puede calificarse, en mi opinión, de final oscuro.

Con un liberalismo agotado que no ha logrado cumplir su promesa de igualdad, el mundo se enfrenta a un tipo de guerra desconocido hasta entonces. Fruto en parte de un enorme positivismo y una inercia generada en las décadas anteriores, que había creado unas poderosas fuerzas de cohesión interna, en sustitución de las que sostenían al antiguo régimen. Hablo de una de las mayores creaciones del s. XIX, el nacionalismo, que incluso logró superar, de largo, el incipiente socialismo que tantos logros había conseguido en la segunda mitad del siglo para la clase trabajadora, pero que fracasó a la hora de evitar que sus miembros fueran directos –e incluso felices en un principio– a la carnicería que iba a ser la Primera Guerra Mundial.

En una época en la que la ciencia y la tecnología abarcaba y se expandía por todos los campos, incluso los artistas tuvieron que reaccionar al hecho de que su camino debía ser algo más que la imitación de la naturaleza, dado que existían ya mejores formas de hacerlo. Debían experimentarse nuevas vías, como las de Monet y Kirchner, a través del impresionismo primero y como reacción a este con el expresionismo. Se trataba de que el factor humano continuara teniendo valor, de que el interés de procesar la realidad continuara vigente y pudiera ser transmitido a los que carecemos de ese sentido adicional o de esa capacidad.

Para la mujer se iniciaba un nuevo camino que empezaba a reflejarse también en el interés de las actividades culturales. El trayecto que iniciaba la mujer de clase alta occidental, principalmente en Gran Bretaña, Francia y Alemania, tardaría todavía muchas décadas en expandirse al resto de clases sociales y países, continuando su expansión todavía en la actualidad. Pero es, sin duda, uno de los hechos más importantes sucedidos en el s. XIX, a mi entender, tan relevante y característico del s. XIX como el liberalismo, el socialismo o el nacionalismo.

La llegada de Lenin al poder y el cambio de régimen que, a partir de la Revolución de Octubre de 1917, quedaría en manos de los bolcheviques, se convertiría, por primera vez en un contrapeso al liberalismo europeo predominante hasta entonces. La deplorable situación de las clases sociales en situación más desesperada sería utilizada, una vez más, como coartada para conseguir el poder. Y aunque son innegables también las mejoras sociales que se lograrían, como se consiguieron en Europa occidental, se acabaría demostrando, una vez más, la imperfección y las carencias de cualquier sistema político que haya sido implantado desde el principio de los tiempos.    

4 de junio de 2022

¿CÓMO NACIÓ EL MUNDO CONTEMPORÁNEO?



Si fuera posible establecer una fecha para el nacimiento del mundo contemporáneo más allá de los necesarios cánones académicos… espere, estimado lector…, puedo hacerlo mejor… Si consideramos la Revolución francesa como fecha del parto, podría sernos también útil para una mejor comprensión, conocer cuándo se fecundó el óvulo, cual fue ese preciso segundo en el cual el espermatozoide, después de haber atravesado el cuello del útero y subir por la trompa de Falopio, se encontró con el ovocito. Es conveniente por tanto hacer un pequeño salto temporal adicional antes de empezar a divagar sobre la manera en que nació nuestro mundo contemporáneo.

En nuestro caso, y si se me permite la libertad de seguir con el mismo ejemplo, la gestación va a durar algo más de lo habitual, exactamente el tiempo que va desde la publicación de De revolutionibus orbium coelestium por parte de Copérnico (1543), hasta la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789. Muchos hombres ilustres van a desfilar en ese periodo, algunos incluso de mayor relevancia, pero si algún positivista me obligara, bajo amenaza de muerte o tortura, a establecer la fecha de la chispa inicial, sería indudablemente esta.

Dos factores de importancia infinita me llevan a esta conclusión de la mano de Rietbergen, el primero, por el atrevimiento que implicaba poner en duda el libro del que había emanado hasta entonces todo el conocimiento:

The text bears witness to great intellectual courage because it went against everything that the sixteenth-century Church and State saw as the established order of man and God, of earth and heaven. Thus, it laid the foundation for the modern, western world-view.  (Rietbergen, 2006, p. 315)

En segundo lugar, porque expresa y remarca la importancia de la utilización de las matemáticas como nuevo lenguaje para entender la naturaleza. Lenguaje que iba a ser imprescindible para cualquiera que quisiera buscar respuestas fuera de la Biblia.

Pero, obviamente, no estábamos –ni lo estamos todavía– preparados para que todo sea desentrañado a través de las matemáticas; para eso tuvimos la suerte de contar, entre otros, con Bacon, y sus primeros pasos en el desarrollo método científico, Descartes y su duda metódica o Locke, que nos enseño que no salimos del vientre de nuestra madre con ideas innatas y que estas son adquiridas a lo largo de nuestra vida en base a nuestra experiencia.

Subido a los hombros de estos gigantes, Newton pudo ir todavía un paso más allá, siendo capaz de predecir –si se me permite– en base al cálculo matemático, la posición de un cuerpo en un determinado momento dadas unas condiciones iniciales conocidas. Hasta ese preciso instante, siempre había sido Dios el que ejercía esa fuerza en todo momento y a su voluntad. Ahora que el movimiento se veía sometido a unas leyes ajenas a su dictamen, se había producido una ruptura de consecuencias impredecibles:” Newton confirmed what many had already suspected, or feared: God does not continuously interfere in man's life” (Rietbergen, 2006, p. 324). Se estaba creando el caldo de cultivo que iba a permitir a la gente observar con un nuevo espíritu crítico la realidad que le rodeaba, y lo que es más importante, iba a empezar a ponerla en duda:

Increasingly, people now argued that man should free himself of the paralysis of the past, of the authoritarian, unreasoned imposition of tradition used as an argument for the ideas and structures that, specifically, Church and State had created to hold their power over society and, even, man's soul. (Rietbergen, 2006, p. 325)

Sólidas y otrora indestructibles estructuras íntimamente ligadas a ese Dios iban a verse sacudidas desde sus mismísimos cimientos hasta la más alta de sus torres, otras simplemente iban a desaparecer. No se trataba entonces –Descartes daría fe de ello– como no se debería tratar ahora, de borrar de un plumazo lo que la fe había significado hasta ese momento a lo largo de siglos y siglos de historia para millones y millones de personas. Debemos ir ahora un poco más allá de la utilización maniquea que los poderosos han hecho de ella a través de los siglos.

No resulta fácil para un ateo como el que escribe reconocer, por ejemplo, que quizás sin esa inquebrantable fe, los puritanos del Mayflower que llegaron a lo que después se convertiría en los Estados Unidos de América, en 1620, no hubieran podido resistir las numerosas penurias que padecieron, para que siglo y medio después pudiera firmarse uno de los documentos históricos más influyentes de la historia, la Declaración de Independencia (1776) que, como no podía ser de otra manera, y al contrario de la Revolución francesa, no reniega en absoluto de su vínculo con Dios. Resulta cuanto menos desconcertante que fuera precisamente por esos nuevos aires humanistas que empezaban a soplar en la Inglaterra del siglo XVII por lo que se decidieron a buscar otro lugar, lejos de Europa, en el que poder practicar su ortodoxia puritana.

El caso es que un hueco tan profundo debía ser llenado. Se introdujeron muchas cosas en la oquedad: grandes declaraciones, como la anteriormente mencionada –que trataban de devolver al hombre su papel en el mundo, un papel que debía ser digno de las grandes ideas que ya hemos apuntado en este ensayo–, grandes personajes como Napoleón y toda una serie de grandes promesas basadas en una razón que debía llevarnos a la ruptura de todas las cadenas que nos habían mantenido presos hasta entonces en demasiados sentidos.

Pero el mundo contemporáneo nació, en cierta manera, huérfano, ¿podía sustituirse al fin esa legitimidad que Dios había otorgado hasta entonces a nuestros gobernantes y de la que parecía que no podíamos dejar de depender? Había que crear una idea superior, algo que rebasase la propia idea del gobernante, que lo abarcara y lo meciese como había hecho Dios hasta entonces, iba a aparecer por fin una de las creaciones más decisivas del mundo contemporáneo y de las más difíciles de definir, la nación.     

Su importancia radica en el hecho de que, tal como nos dicen Villares y Bahamonde:

La sustitución de las monarquías absolutas y de los grandes imperios, así como la agrupación en una unidad superior de pequeñas repúblicas y principados, ha sido realizada a través del estado-nación, que se ha convertido de este modo en la fórmula predominante de organización política del mundo contemporáneo. (Villares y Bahamonde, 2012, p. 75)

Es esa sustitución la que finalmente se realiza en este inicio de nuestro mundo contemporáneo y es en el eje del estado-nación en el que vamos a movernos a partir de entonces. Muchos de los conflictos activos en nuestros días tienen su origen en el esquema geopolítico que está comenzando a fraguarse ahora. Resulta imprescindible para cualquier intento de comprensión, remontarnos hasta las fechas en las que se está gestando nuestro futuro, un futuro que nos traerá terribles acontecimientos.

 

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BIBLIOGRAFÍA

 

Wong, B. (2018). Ch. 2 - 19th Century Industrialization. The Belknap Press of Harvard University Press.

Crow, T. (1989). Pintura y Sociedad en el París del Siglo XVIII. Nerea.

De la Villa, R. (2003). El origen de la Crítica de Arte y los Salones. Serbal.

Harvey, D. (2008). París, capital de la modernidad (Vol. 53). Ediciones Akal.

Honour, H. (2007). El Romanticismo. Alianza.

Nochlin, L. (1991). El Realismo. Alianza.

Ponting, C. (2001). World history: a new perspective. Pimlico.

Rietbergen, P. (2006). A cultural History. Routledge.

Villares, R., & Bahamonde, Á. (2012). El mundo contemporáneo: del siglo XIX al XXI. Taurus.

Žižek, S. (2011). Primero como tragedia, después como farsa (Vol. 10). Ediciones Akal.

29 de mayo de 2022

Los humildes (Cosette)


Y, ¿qué hay de nosotros los humildes?, ¿alguien ha contado nuestra historia? Mucho más allá de los grandes nombres, los grandes pensamientos y los magníficos descubrimientos que nos está brindando la ciencia y la filosofía, mucho más allá de la fe que teníamos en que por fin había llegado el momento de dejar de sufrir, nos preguntamos si sirvió de algo el sacrificio de que han supuesto todas estas revoluciones y las que vinieron después. ¿O simplemente cambiamos unos tiranos por otros? La promesa de libertad, igualdad y fraternidad, ¿dónde ha quedado? Es cierto que en este pleno siglo XXI se han consolidado muchos de los derechos por los que luchábamos allá por 1832, pero parece también que occidente se ha convertido en una isla con barreras insalvables para quien no ha tenido la suerte de nacer dentro de ellas.

No deja de ser necesaria y curiosa la visión romántica que ahora se tiene, por ejemplo, de la Revolución de 1789; eso lo acepto sin ambages, las personas necesitan alimentar su mente también con mitos y grandes hazañas, pero mi padre, Jean Valjean, que contaba 20 años cuando el pueblo –liderado por quien no era el pueblo– tomó la Bastilla en París, siempre recuerda el hambre que él y su familia pasaba. Si no le creéis a él, quizás confiéis más en el prestigioso historiador Clive Ponting:

During the eighteenth-century grain prices rose faster than wages and about 40 per cent of the population (as many as 70 per cent in some regions) were living in conditions of long-term malnutrition because they ate less than 1,800 calories a day and most of that came from poor-quality grains. Conditions were as bad as during the great boom in European population around 1300. Not until after 1825 did the average amount of food eaten per person in France reach the levels found in India in the late twentieth century. (Ponting, 2001, p. 642)

Como decía, es necesario conocer las grandes ideas de los grandes hombres, las que nos llevaron a derrocar al Antiguo Régimen –cuando no sabíamos que sería necesario todavía un segundo intento– pero también, tanto o más, los sufrimientos más íntimos que llevaron a provocar los enormes cambios que vendrían o las privaciones provocadas por el alto precio del pan.

Nos arrancaron de nuestras lejanas provincias con la promesa del fin del trabajo duro de sol a sol, y con el anuncio del fin de la incertidumbre que provocaba el caprichoso paso de las estaciones en nuestras cosechas. Venid a Paris dijeron, olvidad que sabéis cultivar vuestro propio sustento y tendréis estabilidad a cambio de vuestro trabajo. Lo que no advirtieron es que querían, no una parte de nuestro tiempo, lo querían todo, el nuestro y el de nuestros pequeños hijos.

Tengo la absoluta seguridad de que ni tan solo nos consideraban personas, éramos simples prolongaciones de las nuevas máquinas que los ingenieros mejoraban día tras día para poder prescindir de nosotros, ¿qué comeremos?, ¿de qué viviremos cuándo nos hayan sustituido a todos definitivamente? Nadie ve ya a los dueños de las fábricas, para los que somos poco menos que delincuentes, cuyo único delito es la pobreza a la que nos han condenado.

Se empieza ahora a oír hablar de socialismo, y es que no puede haber libertad sin igualdad, y algo o alguien debe poner freno a esta codicia humana que parece no tener límites. Entiendo que esas grandes ideas de progreso y crecimiento no pueden ser contenidas, ya que forman parte de la naturaleza humana, pero debemos también hacer valer nuestro derecho a una vida digna.   



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BIBLIOGRAFÍA

 

Wong, B. (2018). Ch. 2 - 19th Century Industrialization. The Belknap Press of Harvard University Press.

Crow, T. (1989). Pintura y Sociedad en el París del Siglo XVIII. Nerea.

De la Villa, R. (2003). El origen de la Crítica de Arte y los Salones. Serbal.

Harvey, D. (2008). París, capital de la modernidad (Vol. 53). Ediciones Akal.

Honour, H. (2007). El Romanticismo. Alianza.

Nochlin, L. (1991). El Realismo. Alianza.

Ponting, C. (2001). World history: a new perspective. Pimlico.

Rietbergen, P. (2006). A cultural History. Routledge.

Villares, R., & Bahamonde, Á. (2012). El mundo contemporáneo: del siglo XIX al XXI. Taurus.

Žižek, S. (2011). Primero como tragedia, después como farsa (Vol. 10). Ediciones Akal.