10 de julio de 2022

¿Hacia la oscuridad?

 



Solo se me ocurre una respuesta para el final de un viaje que se iniciaba, a principios del s. XVII, con la esperanza de conseguir el fin de todo sufrimiento humano o, cuanto menos, con la fe de disponer de las herramientas para lograr hacerlo, y acaba con una Gran Guerra, aun sin saber que tendríamos que numerarlas. Un viaje que acaba con no menos de 16 millones de muertes solo puede calificarse, en mi opinión, de final oscuro.

Con un liberalismo agotado que no ha logrado cumplir su promesa de igualdad, el mundo se enfrenta a un tipo de guerra desconocido hasta entonces. Fruto en parte de un enorme positivismo y una inercia generada en las décadas anteriores, que había creado unas poderosas fuerzas de cohesión interna, en sustitución de las que sostenían al antiguo régimen. Hablo de una de las mayores creaciones del s. XIX, el nacionalismo, que incluso logró superar, de largo, el incipiente socialismo que tantos logros había conseguido en la segunda mitad del siglo para la clase trabajadora, pero que fracasó a la hora de evitar que sus miembros fueran directos –e incluso felices en un principio– a la carnicería que iba a ser la Primera Guerra Mundial.

En una época en la que la ciencia y la tecnología abarcaba y se expandía por todos los campos, incluso los artistas tuvieron que reaccionar al hecho de que su camino debía ser algo más que la imitación de la naturaleza, dado que existían ya mejores formas de hacerlo. Debían experimentarse nuevas vías, como las de Monet y Kirchner, a través del impresionismo primero y como reacción a este con el expresionismo. Se trataba de que el factor humano continuara teniendo valor, de que el interés de procesar la realidad continuara vigente y pudiera ser transmitido a los que carecemos de ese sentido adicional o de esa capacidad.

Para la mujer se iniciaba un nuevo camino que empezaba a reflejarse también en el interés de las actividades culturales. El trayecto que iniciaba la mujer de clase alta occidental, principalmente en Gran Bretaña, Francia y Alemania, tardaría todavía muchas décadas en expandirse al resto de clases sociales y países, continuando su expansión todavía en la actualidad. Pero es, sin duda, uno de los hechos más importantes sucedidos en el s. XIX, a mi entender, tan relevante y característico del s. XIX como el liberalismo, el socialismo o el nacionalismo.

La llegada de Lenin al poder y el cambio de régimen que, a partir de la Revolución de Octubre de 1917, quedaría en manos de los bolcheviques, se convertiría, por primera vez en un contrapeso al liberalismo europeo predominante hasta entonces. La deplorable situación de las clases sociales en situación más desesperada sería utilizada, una vez más, como coartada para conseguir el poder. Y aunque son innegables también las mejoras sociales que se lograrían, como se consiguieron en Europa occidental, se acabaría demostrando, una vez más, la imperfección y las carencias de cualquier sistema político que haya sido implantado desde el principio de los tiempos.