29 de abril de 2023

Sociología (I). La dialéctica social

 

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.“ K. Marx

 


A mí me gusta mucho el día de carnaval, es muy divertido porque nos disfrazamos y nos dejan ir sin bata, ir como nosotros queremos, a mí me gusta mucho el día de carnaval”. Con esta simple e inocente declaración de intenciones comienza el cortometraje Vestido Nuevo, dirigido por Sergi Pérez (Escándalo Films). Nos servirá de punto de partida para tratar de desenmascarar, desde un punto de vista sociológico, qué hay detrás de los collares de perro que lleva la profesora en su cartera, de la bata que debe llevar Mario cada día y buscar las razones por las que solo puede vestir como a él gustaría el día de carnaval.

Es la profesora quien da pistoletazo de salida:” ¡vas vestido de niña!”, y pone la etiqueta a Mario, aunque no sea ella quien lo llama maricón. Ese papel está reservado para Santos, el abusón, pero él solo reproduce un patrón, sin entender todavía el daño que está causando. El problema sociológico no es que insulte a Mario, es la educación que está recibiendo, y también la que ha recibido la profesora. Ella es la encargada de poner en marcha los mecanismos de control social que deberán hacer volver a Mario a la senda de la normalidad:

Tot el que hem dit fins ara ens permet afirmar sense cap mena de sorpresa que l'educació és una agència bàsica de control social, i de fet aquesta és una de les experiències bàsiques dels nens i de les nenes a l'escola. Per control social hem d'entendre qualsevol dels mecanismes pels quals un individu és empès a observar les regles de la societat o d'un grup social. (Núñez, 2019, p. 31)

Los más evidentes –gritos, insultos, lanzamiento de objetos, violencia, en definitiva– solo se activan en la clase tras la velada acusación y mirada incriminatoria que pretenden despertar en Mario el sentimiento de vergüenza y culpa que debe martirizarlo. Pero la actitud de la profesora nos dice más de su intolerancia, ignorancia, falta de vocación y empatía que de Mario. De hecho, de Mario no nos dice absolutamente nada. 

Es obvio que la profesora representa el máximo poder de la clase, pero parece no saber que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, aunque es también obvio que no la ejerce. Toda la clase parece estar a la espera del posicionamiento de la profesora, aguardan en silencio su respuesta, su reacción: su sentencia será ley para ellos y actuarán en consecuencia.

Alguien ha venido a perturbar una de las instituciones más importantes, la escuela, su clase normal, su día normal con disfraces de perro normal. La visión de su cartera llena de collares de perro es la perfecta metáfora de cómo le gustaría a la profesora que fuera un día normal con sus alumnos.

Si Mario pretendía disfrazarse de niña, debería haber llevado el vestido en la mochila. Eso, probablemente, hubiera contrariado también a la profesora –debían disfrazarse de perros dálmata, con acento en la a por ser esdrújula– pero, probablemente, no hubiera sido considerado como una desviación tan grave, en el contexto del carnaval, y no hubiera sido necesario activar los mecanismos que ya estaban en marcha.

En tal caso, quizás se hubiera tratado, simplemente, de un pequeño error de rutinización, un desajuste, un pequeño fallo en el rol que se esperaba de Mario –disfrazarse por la tarde, en clase, en lugar de ir “disfrazado” desde casa– o de sus padres, que no deberían haber dejado desatendido a su hijo y deberían haber hecho caso de las claras instrucciones de la profesora, tal y como se esperaba de ellos.

Su padre parece debatirse entre el sentimiento de amor y comprensión hacia su hijo, su papel formativo antes de entregar a Mario a la sociedad tal como está definidfa y la propia educación recibida, que le repite insistentemente que lo que hace su hijo no está bien y que lo avergüenza, a pesar suyo, frente al director. Sabe que fuera de su mundo, el único que ha conocido Mario hasta ahora, su hijo va a sufrir. Impotente, no puede más que, por fin, abrazar y consolar a su hijo que, a pesar de todo, parece no saber todavía lo que ha hecho mal a pesar del intento de explicación de su amiga Elenita.

Elenita es la voz amable de la sociedad, no reprende, no acusa, pero advierte, sabe que Mario se ha desviado, su madre le ha explicado de forma clara que su amigo ha roto las convenciones sociales. De hecho, para Elenita, estas tienen incluso valor de ley:” No puedes vestirte de niña. Es ilegal”. A su corta edad, y con evidentes razones de conocer ya la estigmatización que está sufriendo Mario, pretende ayudarlo. Quiere que entienda lo que puede y no puede hacer para no sufrir la desaprobación social, pero es una ayuda que está ya institucionalizada y que solo pretende que mantenga en la intimidad sus preferencias y no las muestre. 

Según lo comentado hasta ahora, todos los agentes de socialización excepto, tal vez, el padre de Mario, parecen sentirse cómodos en su rol. También el Director que, como máximo responsable de la institución escolar, debe poner todo su empeño en conseguir que Mario sea todo lo que la sociedad espera de él, debe conseguir que encaje. Durkheim nos habla con más claridad del papel que tiene la educación en nuestra sociedad:

Té per objecte suscitar i desenvolupar en el nen un cert nombre d'estats físics, intel·lectuals i morals, que exigeixen d'ell tant la societat en general com el medi al qual està especialment determinat. (Émile Durkheim en: Núñez, 2019, p. 30)

Pero si vamos un poco más allá, nos daremos cuenta de que la educación es una poderosa herramienta al servicio del estado, por lo que cabría preguntarse –más allá de qué o quién determina que las diferencias de género no son aceptables en la sociedad que gobierna– el porqué de que sean consideradas una desviación. Ahí va solo una de las claves, y es que:” A las personas les da miedo la propia complejidad y les da seguridad aferrarse a categorías que les den estabilidad, que ordenen la experiencia y que les permitan ser reconocidos por los demás” (Coll-Planas y Vidal, 2016).

El papel de la escuela debería ser, precisamente, hacer desaparecer ese miedo. Mientras prevalezca el temor al diferente dará igual que se trate de discapacidades físicas o psíquicas, raza, religión, clase social o género. Sólo a través de una educación basada en el pensamiento crítico –y no en el adoctrinamiento ni en la búsqueda/selección del perfecto ciudadano que encaje– conseguiremos personas capaces de aceptar la diversidad como algo natural y consustancial a cualquier sociedad, aceptando su pluralidad y heterogeneidad sin miedo alguno.

Pero también debería ser la encargada de transmitir el mensaje de que las estructuras sociales, y las relaciones que se establecen entre ellas y nosotros, no son intocables ni inamovibles y que tampoco han aparecido de la nada:

Això succeeix perquè la perspectiva sociològica ens obliga a refer en sentit invers el camí de la reificació. Si la reificació és, segons Marx, el procés pel qual l'home perd consciència del fet que és ell qui ha produït un món que acaba vivint com a quelcom diferent d'un producte humà, la perspectiva sociològica implica precisament la recuperació d'aquesta consciència. Podríem dir, per tant, que la perspectiva sociològica és de fet una perspectiva desreificadora, i que això té com a conseqüència la sensació de relativitat, de desaparició de tot criteri de valor absolut. (Estruch, 2019, p. 21)

Reificación, nuevo concepto que nos da la oportunidad de volver brevemente sobre la cuestión planteada anteriormente –acerca de qué o quién establece la diversidad de género como una desviación– y es que, probablemente, tenga mucho que ver con quién debe mantener esas estructuras fijas el mayor tiempo posible –dado que no es posible mantenerlas fijas para siempre o, al menos, eso queremos pensar– como referencia para una sociedad más fácil de mantener bajo control, aunque sea a costa de mantener las desigualdades (todas) que atraviesan, hasta la médula, esa dialéctica entre individuo y sociedad.  

 

 

     

BIBLIOGRAFÍA

 

Estruch, J. (2019). La perspectiva sociològica. UOC.

Mostaza, E. (2019). La societat (I). El procés de socialització. UOC.

Núñez, F. (2019). La societat (II). El procés d'institucionalització. UOC.

Coll-Planas, G.; Vidal, M. (2016). Dibuixant el gènere: capítols 1, 2, 3, 4. [audiovisual]

Rovira, M. (2016). El procés de socialització. UOC. [audiovisual]

Martínez, R.; Mansilla, J. (2022). Normalitat, desviació i poder. UOC. [audiovisual]

 

 

¿Una nueva esperanza?

 

 “Y cuando aparece Vladímir Ilich Uliánov, el hombre que antes de ayer aún vivía en casa del zapatero remendón, es agarrado por cientos de manos y subido a un tanque. Desde las casas y desde la fortaleza, los proyectores le enfocan a él, que desde el carro blindado dirige su primer discurso al pueblo. Las calles tiemblan. Y pronto empiezan los «diez días que conmocionaron el mundo». El proyectil ha alcanzado y destruido un imperio, un mundo.“

S. Zweig. El tren sellado

 


 ¿Quién ha oído hablar hoy en día de Rosa Luxemburgo?, ¿de Lukács o Gramsci?, ¿de la Escuela de Frankfurt? Muy a pesar del esfuerzo de todos estos (y de muchos otros) críticos del marxismo, y más allá de la academia, este se ha visto reducido a una mera ideología ligada al totalitarismo, asociada a algunas caras reconocibles por el gran público (Lenin, Stalin, Castro, …) que supieron sacar gran provecho de ciertas partes —muy convenientes para ellos— de la obra de Marx. De este modo, y viviendo de interpretaciones ajenas, sesgadas e interesadas, se ha llegado a convencer a los protagonistas de su obra, de los peligros que conllevaba su lectura y estudio, peligros equiparables al fundamentalismo religioso.

Se trataba, en definitiva, de recuperar el marxismo de quienes lo secuestraron, de quienes lo habían convertido en una estructura hueca, vacía y alejada de su objetivo primigenio. De volver a Marx y a su formidable trabajo a través de una lectura crítica de su propia obra, volviendo a las preguntas originales que van más allá del mucho más confortable “¿cómo?” y que nos llevan al porqué:

Assumir amb la maduresa deguda un projecte semblant és el que defineix la filosofia de Marx. Si la filosofia significa, insistim, posar de manifest el sentit de la realitat, tornar patent no el que hi ha sinó la raó per la qual hi ha el que hi ha, això és justament el que trobem […]. (Galán, p. 23)

Es en este contexto en el que podemos encuadrar a la Escuela de Frankfurt, el de una sociedad que, tras dos guerras mundiales, debía enfrentarse inevitablemente a la tremenda paradoja a la que habíamos llegado. Y es que, tras la primera revolución industrial, cuando ya empezaban a romperse las promesas de progreso basadas en las ideas ilustradas, nadie podía imaginarse el nivel de atrocidades que, en alas de la razón, iban a cometerse:

La gran aportació de l'escola de Frankfurt en conjunt és mostrar la paradoxa de la raó i dels seus efectes sobre el món: la civilització, en el punt més àlgid de desenvolupament, es converteix en barbàrie. El desenvolupament de la racionalitat produeix situacions de domini i d'irracionalitat d'una intensitat desconeguda fins aleshores. (Garcés, p. 9)

Intentaré, a través de Adorno, Horkheimer y Marcuse —miembros destacados de la Escuela de Frankfurt— ejemplificar ese nuevo acercamiento a la filosofía de Marx que, como el resto de sus miembros, no considera su obra como una biblia a la que hay que adorar, sino como la base sobre la que debe asentarse, de forma crítica, el desarrollo social:

El marxisme no ha estat mai una doctrina acabada, sinó que ha estat l'esforç per a fer del pensament una potència d'emancipació que acompanyi el desenvolupament mateix de les revolucions proletàries. Per això, el marxisme és un corrent de pensament i d'acció transformadora que contínuament es revisa a si mateix. (Garcés, p.7)

Habiendo constatado ya el fracaso de la ansiada revolución que debía poner fin al sistema capitalista —llevándonos por fin, de la mano de Marx, a un mundo libre de explotación— Adorno y Horkheimer nos hablan de un concepto, el de la racionalidad instrumental, que nos lleva a una lectura diferente de los conocimientos puestos a nuestra disposición por Marx.

La pretensión, nacida en la ilustración, de conseguir las respuestas para todo, que nos sacaran por fin de las sombras en las que habíamos estado durante siglos, fue uno de los motores que impulso a Marx en su búsqueda sistemática y científica de las fuerzas que habían movido los resortes de la historia con un objetivo, ofrecer las herramientas para cambiarlo. Conociendo esos resortes, había sido capaz de predecir[1], en términos científicos, el modo en el que iban a desarrollarse.

Uno puede estar de acuerdo o no en la validez de un análisis materialista de la historia, pero conociendo el modo en que esos resortes —puestos a la luz por Marx— han sido instrumentalizados por todo tipo de gobiernos totalitarios, podríamos pensar que no iba tan desencaminado en su análisis, si se me permite esta burda aproximación al pensamiento de Adorno y Horkheimer, que no reniega, por supuesto, del pensamiento de Marx, sino que lo utiliza de base para elevarlo y actualizarlo.

Es esa búsqueda constante de una explicación racional para todo la que nos tiene presos, es ese intento de comprensión de los mecanismos que mueven la sociedad el que es instrumentalizado para beneficio de unos pocos:

Mitjançant l'abstracció i la universalització de les narracions, la il·lustració radicalitza la passió dominadora que ja niava en el mite i, sota el pretext d'alliberar al món de les ombres de l'irracional (de desencisar-lo), el sotmet a una nova esclavitud: l'objectivació de la dada, la reificació del pensament i l'alienació de l'home. Són les tres expressions d'una mateixa situació, en la qual barbàrie i civilització, com en l'epitafi de W. Benjamin, es mostren com el revers l'una de l'altra. Així, la il·lustració recau en la mitologia de la qual mai no va saber escapar. (Garcés, p. 12)

Me gustaría relacionar, en este punto, esa razón instrumentalizada de la que nos hablan Adorno y Horkheimer,  con la idea del Eros —el instinto de vida— de Marcuse, y es que se me antojan conceptos estrechamente relacionados. Marcuse rechaza la idea marxista de la revolución como fuerza emancipadora, dado que entiende que el propio sistema ha sido capaz de canalizar esa pulsión —de instrumentalizarlo—. Podría decirse que, en vista del peligro que presentaba el marxismo, su oponente se ha dado cuenta de que debe aflojar la cadena. Esta situación se me antoja similar a la que estamos viviendo estas últimas décadas, intentaré argumentar brevemente.

Desde la caída del muro de Berlín en el año 1989, fecha oficial de la defunción definitiva del comunismo —entiéndase en este caso, exclusivamente, como única alternativa al liberalismo occidental y sin ninguna conexión con el marxismo— el capitalismo dejó de tener alternativa oficial. A partir de entonces, las políticas antaño liberales, han tenido campo abierto para tornarse, sin pudor ninguno, en neoliberales, pasando por encima de derechos que creíamos consolidados —cuanto menos en Europa— como vivienda, vacaciones, descansos, sanidad, jornada de 8 horas, … pero que solo se habían conseguido, precisamente, por el miedo a lo que el comunismo representaba, por lo menos, hasta el primer cuarto del siglo XX. Eliminado el contrapeso, ¿por qué seguir haciendo concesiones?

De los dos modos apuntados por Marcuse en los que puede canalizarse esa pulsión revolucionaria de la que hablaba anteriormente, me interesa particularmente la compulsión consumista, dado el enorme desarrollo que ha tenido desde que fuera planteado:

Eros, l'instint de vida, que és instint de llibertat, no està simplement reprimit en les societats desenvolupades. Està canalitzat cap a fins que en neutralitzen la potència crítica i alliberadora. En concret, està focalitzat en dues direccions: d'una banda, cap a la relació libidinosa amb l'objecte, és a dir, la compulsió consumista […]. (Garcés, p. 13]

Más allá del nacimiento de internet, y el cambio de paradigma que ha supuesto en nuestras vidas occidentales, ha sido gracias al desarrollo de las tecnologías de la información que el consumismo desenfrenado se ha convertido en el nuevo opio del pueblo, permitiendo aletargar convenientemente nuestra capacidad de percepción de pérdida de derechos sociales que habíamos dado por conseguidos; olvidando, además, como se consiguieron. Parecería, una vez más, que conviene volver, una vez tras otra, y las veces que sean necesarias, a leer, revisar, interpretar y adaptar el conocimiento transmitido por Karl Marx. 




BIBLIOGRAFÍA

 

Adorno, T. W., Habermas, J., & Popper, K. R. (1973). La disputa del positivismo en la sociología alemana. Grijalbo.

Berman, M. (1988). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad.

Galán, W. Els límits de la racionalitat il·lustrada Marx, Nietzsche, Freud. Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).

Garcés, M. El problema de la transformació social. Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).

Sáez, L. Llenguatge i veritat. Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).

Tovar Samanez, C. M. (2019). El falsacionismo de Popper y sus objeciones al marxismoLetras (Lima)90(131), 210-228. 




[1] Con menor éxito del esperado hasta el momento.