“Y cuando aparece Vladímir Ilich Uliánov, el hombre que antes de ayer aún vivía en casa del zapatero remendón, es agarrado por cientos de manos y subido a un tanque. Desde las casas y desde la fortaleza, los proyectores le enfocan a él, que desde el carro blindado dirige su primer discurso al pueblo. Las calles tiemblan. Y pronto empiezan los «diez días que conmocionaron el mundo». El proyectil ha alcanzado y destruido un imperio, un mundo.“
S. Zweig. El tren sellado
¿Quién ha oído hablar hoy en día de Rosa Luxemburgo?, ¿de Lukács o Gramsci?, ¿de la Escuela de Frankfurt? Muy a pesar del esfuerzo de todos estos (y de muchos otros) críticos del marxismo, y más allá de la academia, este se ha visto reducido a una mera ideología ligada al totalitarismo, asociada a algunas caras reconocibles por el gran público (Lenin, Stalin, Castro, …) que supieron sacar gran provecho de ciertas partes —muy convenientes para ellos— de la obra de Marx. De este modo, y viviendo de interpretaciones ajenas, sesgadas e interesadas, se ha llegado a convencer a los protagonistas de su obra, de los peligros que conllevaba su lectura y estudio, peligros equiparables al fundamentalismo religioso.
Se
trataba, en definitiva, de recuperar el marxismo de quienes lo secuestraron, de
quienes lo habían convertido en una estructura hueca, vacía y alejada de su
objetivo primigenio. De volver a Marx y a su formidable trabajo a través de una
lectura crítica de su propia obra, volviendo a las preguntas originales que van
más allá del mucho más confortable “¿cómo?” y que nos llevan al porqué:
Assumir amb la maduresa deguda un projecte semblant és el que defineix la
filosofia de Marx. Si la filosofia significa, insistim, posar de manifest el
sentit de la realitat, tornar patent no el que hi ha sinó la raó per la qual hi
ha el que hi ha, això és justament el que trobem […]. (Galán, p. 23)
Es
en este contexto en el que podemos encuadrar a la Escuela de Frankfurt, el de
una sociedad que, tras dos guerras mundiales, debía enfrentarse inevitablemente
a la tremenda paradoja a la que habíamos llegado. Y es que, tras la primera
revolución industrial, cuando ya empezaban a romperse las promesas de progreso
basadas en las ideas ilustradas, nadie podía imaginarse el nivel de atrocidades
que, en alas de la razón, iban a cometerse:
La gran aportació de l'escola de Frankfurt en conjunt és mostrar la
paradoxa de la raó i dels seus efectes sobre el món: la civilització, en el
punt més àlgid de desenvolupament, es converteix en barbàrie. El
desenvolupament de la racionalitat produeix situacions de domini i
d'irracionalitat d'una intensitat desconeguda fins aleshores. (Garcés, p. 9)
Intentaré,
a través de Adorno, Horkheimer y Marcuse —miembros destacados de la Escuela de
Frankfurt— ejemplificar ese nuevo acercamiento a la filosofía de Marx que, como
el resto de sus miembros, no considera su obra como una biblia a la que hay que
adorar, sino como la base sobre la que debe asentarse, de forma crítica, el
desarrollo social:
El marxisme no ha estat mai una doctrina acabada, sinó que ha estat
l'esforç per a fer del pensament una potència d'emancipació que acompanyi el
desenvolupament mateix de les revolucions proletàries. Per això, el marxisme és
un corrent de pensament i d'acció transformadora que contínuament es revisa a
si mateix. (Garcés, p.7)
Habiendo
constatado ya el fracaso de la ansiada revolución que debía poner fin al
sistema capitalista —llevándonos por fin, de la mano de Marx, a un mundo libre
de explotación— Adorno y Horkheimer nos hablan de un concepto, el de la racionalidad
instrumental, que nos lleva a una lectura diferente de los conocimientos
puestos a nuestra disposición por Marx.
La pretensión,
nacida en la ilustración, de conseguir las respuestas para todo, que nos
sacaran por fin de las sombras en las que habíamos estado durante siglos, fue
uno de los motores que impulso a Marx en su búsqueda sistemática y científica
de las fuerzas que habían movido los resortes de la historia con un objetivo,
ofrecer las herramientas para cambiarlo. Conociendo esos resortes, había sido
capaz de predecir[1], en términos científicos,
el modo en el que iban a desarrollarse.
Uno
puede estar de acuerdo o no en la validez de un análisis materialista de la
historia, pero conociendo el modo en que esos resortes —puestos a la luz por Marx—
han sido instrumentalizados por todo tipo de gobiernos totalitarios, podríamos
pensar que no iba tan desencaminado en su análisis, si se me permite esta burda
aproximación al pensamiento de Adorno y Horkheimer, que no reniega, por
supuesto, del pensamiento de Marx, sino que lo utiliza de base para elevarlo y
actualizarlo.
Es
esa búsqueda constante de una explicación racional para todo la que nos tiene
presos, es ese intento de comprensión de los mecanismos que mueven la sociedad el
que es instrumentalizado para beneficio de unos pocos:
Mitjançant l'abstracció i la universalització de les narracions, la
il·lustració radicalitza la passió dominadora que ja niava en el mite i, sota
el pretext d'alliberar al món de les ombres de l'irracional (de desencisar-lo),
el sotmet a una nova esclavitud: l'objectivació de la dada, la reificació del
pensament i l'alienació de l'home. Són les tres expressions d'una mateixa
situació, en la qual barbàrie i civilització, com en l'epitafi de W. Benjamin,
es mostren com el revers l'una de l'altra. Així, la il·lustració recau en la
mitologia de la qual mai no va saber escapar. (Garcés, p. 12)
Me
gustaría relacionar, en este punto, esa razón instrumentalizada de la
que nos hablan Adorno y Horkheimer, con
la idea del Eros —el instinto de vida— de Marcuse, y es que se me antojan
conceptos estrechamente relacionados. Marcuse rechaza la idea marxista de la
revolución como fuerza emancipadora, dado que entiende que el propio sistema ha
sido capaz de canalizar esa pulsión —de instrumentalizarlo—. Podría decirse
que, en vista del peligro que presentaba el marxismo, su oponente se ha dado
cuenta de que debe aflojar la cadena. Esta situación se me antoja similar a la
que estamos viviendo estas últimas décadas, intentaré argumentar brevemente.
Desde
la caída del muro de Berlín en el año 1989, fecha oficial de la defunción
definitiva del comunismo —entiéndase en este caso, exclusivamente, como única
alternativa al liberalismo occidental y sin ninguna conexión con el marxismo— el
capitalismo dejó de tener alternativa oficial. A partir de entonces, las
políticas antaño liberales, han tenido campo abierto para tornarse, sin pudor
ninguno, en neoliberales, pasando por encima de derechos que creíamos
consolidados —cuanto menos en Europa— como vivienda, vacaciones, descansos,
sanidad, jornada de 8 horas, … pero que solo se habían conseguido,
precisamente, por el miedo a lo que el comunismo representaba, por lo menos,
hasta el primer cuarto del siglo XX. Eliminado el contrapeso, ¿por qué seguir
haciendo concesiones?
De
los dos modos apuntados por Marcuse en los que puede canalizarse esa pulsión
revolucionaria de la que hablaba anteriormente, me interesa particularmente la compulsión
consumista, dado el enorme desarrollo que ha tenido desde que fuera planteado:
Eros, l'instint de vida, que és instint de llibertat, no està simplement
reprimit en les societats desenvolupades. Està canalitzat cap a fins que en
neutralitzen la potència crítica i alliberadora. En concret, està focalitzat en
dues direccions: d'una banda, cap a la relació libidinosa amb l'objecte, és a
dir, la compulsió consumista […]. (Garcés, p. 13]
Más
allá del nacimiento de internet, y el cambio de paradigma que ha supuesto en
nuestras vidas occidentales, ha sido gracias al desarrollo de las tecnologías
de la información que el consumismo desenfrenado se ha convertido en el nuevo
opio del pueblo, permitiendo aletargar convenientemente nuestra capacidad de
percepción de pérdida de derechos sociales que habíamos dado por conseguidos;
olvidando, además, como se consiguieron. Parecería, una vez más, que conviene
volver, una vez tras otra, y las veces que sean necesarias, a leer, revisar,
interpretar y adaptar el conocimiento transmitido por Karl Marx.
BIBLIOGRAFÍA
Adorno, T.
W., Habermas, J., & Popper, K. R. (1973). La disputa del
positivismo en la sociología alemana. Grijalbo.
Berman, M.
(1988). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la
modernidad.
Galán, W. Els
límits de la racionalitat il·lustrada Marx, Nietzsche, Freud. Fundació
Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).
Garcés, M. El
problema de la transformació social. Fundació Universitat Oberta de
Catalunya (FUOC).
Sáez, L. Llenguatge i veritat. Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).
Tovar Samanez, C. M. (2019). El falsacionismo de Popper y sus objeciones al marxismo. Letras (Lima), 90(131), 210-228.
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