“¿Qué quiere decir “Helena”? No quiere decir nada. Helena está en Esparta, Helena en Menfis, Helena en Troya, Helena en Rodas… Hay muchas Helenas, no una sola; hay tantas que, al final, ya no hay ninguna.”
Maurizio Bettini y Carlo Brillante. El mito de Helena.
¿Quién escribe la historia?
Entre el espectral jurado que, más que escuchar el testimonio de las desdichas sufridas por Helena, parecen simplemente asistir impávidos a una historia cuyas tristezas no les son del todo extrañas, y desde el limbo al que ha sido condenada por su propia leyenda, Carmen Machi nos cuenta, para su descargo, no sólo su versión de la historia, sino una historia universal por todos conocida. Es la crónica que nos habla de los motivos que llevan a los hombres a la guerra, porque nunca ha sido su afán de poder y riqueza lo que los ha lanzado al caos y la destrucción, por lo menos no desde el punto de vista de quien ha escrito la historia. Pero también, por encima de todo, es el relato de su vida o los relatos más bien[1]:
[…] según la época de que se
trate: esposa fiel, adúltera; inocente, o chivo expiatorio y por lo tanto
culpable; símbolo sexual, quintaesencia de la feminidad; meretriz, vampira, o
mejor, vampiresa. Ella puede ser todo esto y no perdurar en ninguno de estos
prototipos”.
Helena,
cansada ya de ser juzgada por la historia, no pide más que, de ganar el juicio,
le sea concedido el olvido. Porque nunca fueron suficientes los peregrinos y
mundanos motivos que han causado los mayores horrores, era necesaria Helena,
porque era necesaria la guerra[2]:
La antigua democracia es por
tanto el régimen en el que se cuentan todos los que tienen la ciudadanía, en
tanto que tienen acceso a la asamblea donde se toman las decisiones. El
problema es: ¿quién tiene la ciudadanía en la ciudad antigua? […] relativamente
pocos: los varones adultos, en tanto que hijos de padre y madre atenienses,
libres de nacimiento. […] En una palabra, la visión de la ciudadanía se
condensa en la edad clásica en la identidad ciudadano-guerrero. Es ciudadano,
es decir, forma parte de la comunidad de pleno derecho, a través de la
participación en las asambleas decisorias, quien está en condiciones de
ejercitar la principal función de los varones adultos libres: la guerra.
Para
justificar muerte y desolación, dolor y desgracia, se hacía ya entonces necesario
un motivo superior; una causa más allá de los hombres era – es y será – siempre
imprescindible para disfrazar el mal ante los que han muerto, mueren o morirán;
bien lo sabían Agamenón y Menelao. Pero debía ser un mal que no ensuciara en
demasía las manos de los dioses, a riesgo de conducirlos al olvido, sino que
les permitiera continuar en su olimpo inaccesible para seguir siendo capaces de
entretenerse juzgando nuestras acciones.
Me
permito sugerir al espectador que se decida a acudir al tremendo espectáculo
que nos ofrece Carmen Machi, a quien ya en este mismo momento le recomiendo
encarecidamente hacerlo, que permanezca atento en todo momento a la más insignificante
de sus frases y al más leve de sus gestos, porque es posible que le revelen más
verdad sobre la situación de la mujer en nuestro mundo contemporáneo que en el
mundo clásico, que también, y mucho.
Y que
mejor manera, debieron pensar algunos clásicos, de iniciar el camino de las más
famosas justificaciones que con el mito de Helena, a fin de cuentas, el mito siempre
fue una manera útil para los griegos de[3]:” […] entender sus vidas y justificar las divisiones y asimetrías
sociales, entre ellas las que diferenciaba a las mujeres de los hombres” y
sigue siéndolo para nosotros. Como muy bien nos explica Maurice Bowra[4]:
Todos los pueblos que no han
alcanzado aún el estadio en el que la ideas pueden expresarse de modo abstracto
y en los que el pensamiento científico es aún muy reducido, tienen en común una
manera mítica de pensar. […] Eran particularmente útiles para dar formas vivas
a temas en los que los términos abstractos eran inadecuados.
En el
caso de Helena, difícil expresarlo mejor que la Catedrática de Filología Latina
de la Universidad Complutense de Madrid[5]:
Si ha habido un personaje de
la mitología clásica ensalzado y vilipendiado a través de los tiempos, podemos
decir que ese es Helena, Helena de Troya. Desde ser considerada casi una diosa,
paradigma de belleza, o instrumento de los designios divinos, hasta tenerla
como prototipo de adúltera, de mujer objeto o como la Mata Hari de la
antigüedad, Helena ha pasado por todo.
Y que
mejor chivo expiatorio que una mujer, al fin y al cabo, ya se había hecho parte
del trabajo, ¿o es que no fue Pandora, la primera mujer, ofrecida a los hombres
como venganza por engañar al gran dios Zeus?[6]:” Enfurecido de nuevo, el padre de los dioses impuso al titán uno de los
terribles castigos eternos de la mitología griega y, a los hombres, otra
condena permanente, la creación de la primera mujer”. Es decir, como
también nos dice Picazo[7]:” La primera mujer del mito griego no fue creada como compañera del
hombre, como en el caso de Eva, sino como su castigo”.
Utilizada
desde su niñez como herramienta política reproductora, raptada y violada por
Teseo cuando era una niña de tan solo nueve años; casada, y violada una vez más
por Menelao cuando contaba con tan solo catorce, bebe ambrosía para olvidar la
rabia de todas las injusticias que ha sufrido. Bebe, bebe y bebe, pero no
consigue huir de su castigo, ni tan solo olvidar para descansar.
Rehén
de una belleza que le ha sido concedida por su padre para que juegue su papel
entre los hombres, es entendida por Helena como su castigo. Siempre en manos de
otros, nunca dueña de su propio destino, la profesora Saquero se pregunta[8]:” ¿fue en algún momento dueña de su destino? Ella ha resistido a todo y
a todos hasta nuestro tiempo”, tal como Helena se pregunta la razón por la
que Aquiles le dio esperanzas al prometerle que podría elegir marido, ¿qué
necesidad había?, no era esa su elección como tampoco lo era de ninguna otra
mujer en Grecia[9]:”
La inteligencia femenina carece de la
autoridad masculina y, por tanto, se justifica la necesidad de mantenerla de
por vida bajo el control de un guardián”.
Pero Helena,
encarnada en la extraordinaria Carmen Machi, se rebela contra el papel que le
ha asignado el destino; empoderada, desafía a su padre y con ello al papel que
la sociedad ha estipulado para ella, poniendo de este modo en peligro la
institución que es la base de la misma, la familia[10]:” La naturaleza irracional de las mujeres y esa tendencia a someterse a
sus pasiones plantean el posible peligro del adulterio, es decir, de la
intrusión de un hijo ilegítimo, que podría alterar la sucesión correcta de la
familia”.
Y es
la decisión de irse con Paris la que marca el inicio y el fin del desafío. La única
decisión que tomará por sí sola en su vida y por la que va a ser juzgada
durante siglos por defensores y detractores, pero sin posibilidad de que ella
misma pueda exponer sus argumentos; hasta ahora. La ilusión de su amor por
Paris la hace sentirse libre por primera vez en la vida y durante su viaje a
Troya vive su momento más dulce. Pero al llegar a la ciudad que quedará ligada
a su nombre para siempre vuelve a la realidad de su tiempo; Paris ha
conquistado por fin el anhelado corazón de su pueblo al arrebatar a los griegos
su tesoro más preciado, deshonrando la base misma de su sistema de organización[11]:
Lo moderno de la aproximación
a los griegos consiste (…) en intentar acercarse a ellos, para interpretar su
legado cultural por referencia a la sociedad en la que vivían, y no por
referencia a la nuestra. Los numerosos estudios realizados ya en esa dirección
permiten constatar unos resultados muy positivos en la relectura de unos
clásicos que no por menos idealizados resultan menos atractivos e interesantes
para nosotros. […] Y no hacemos, con ello, en realidad, sino dejarnos llevar de
la mano de Aristóteles, cuando nos presenta la polis y el oikos como las dos
formas principales de comunidad humana. […] Lo que ya no se discute es que el
oikos constituía la pieza básica del tejido social de la Grecia arcaica.
Aquí
tenemos una de las razones principales para la elección del mito de Helena como
causante de la Guerra de Troya, uno de los motivos principales de su
efectividad y perdurabilidad: el ataque directo, a través del rapto de Helena,
a la estructura misma del sistema social griego. Poca afrenta más grande podía
haber para un griego, y no hablo en este caso de Menelao, que la destrucción de
su oikos[12]:
La unidad básica del pueblo
griego es el oikos, una palabra que engloba la casa, la hacienda y el
patrimonio, y también núcleo habitacional y familiar, en paralelo con la idea
de genos o estirpe familiar”. Tal como Marina Picazo nos dice[13]:” Matrimonio y adulterio implicaban directamente a las mujeres y a su
papel social central, el de reproductoras de ciudadanos legítimos.
Esa
era la supuesta tarea de Helena en toda esta historia, la de reproductora que
permitiera la continuación de la estirpe griega, ese era el papel al que
renuncia con el abandono de Menelao, y lo que iba a condenarla al juicio eterno[14]:
Cuando un hombre se casaba, su
mujer se convertía en miembro de su casa, pero el matrimonio no implicaba la
fundación de un oikos, sino su continuidad con el futuro nacimiento de un
heredero. Un hombre podía tener un oikos sin esposa, pero un oikos sin un
cabeza de familia estaba vacío, aunque lo ocupase su viuda embarazada. Desde el
punto de vista griego, el oikos era un hombre y sus propiedades, no un marido,
esposa e hijos.
Pero
en los veinte años que pasarán hasta la definitiva caída de Troya, tiempo habrá
de que esa fugaz felicidad sentida por Helena, traída por una efímera victoria
sobre los poderosos griegos, se torne en odio y rencor. Ni el mismo Paris se
sentirá capaz ya de defenderla una vez Aquiles mate a Troilo, su hermano más
querido, dejando a su esposa a merced de las masas y culpándola, también,
finalmente, de haber traído la desgracia a Troya. Queda ya entonces Helena,
definitivamente sola e indefensa, frente al juicio de griegos, troyanos y el de
la misma historia.
Pero,
¿sobre quién descargará el pueblo troyano tanto rencor por los años de guerra?,
¿sobre Paris, el causante de la afrenta? En ningún caso, todo lo bueno que su
pueblo veía en Paris sigue igual de impoluto, no en cambio el papel de Helena,
cuya belleza ya no parece compensar el sufrimiento al que se los está
sometiendo. Como ella misma nos cuenta, lo que en Paris era valor, ahora es
debilidad para Helena, su hazaña frente a los griegos es ahora una traición, el
amor evocado por Helena se ha tornado en vicio y la honra recuperada para los
troyanos es ahora deshonra en la guerra, como la gloria del vencedor,
representada en la raptada belleza espartana, es ahora vergüenza frente a la
culpable de todos sus males.
Cuando
Paris huye cobardemente de su enfrentamiento con Menelao, Helena queda
definitivamente sola en Troya y, harta de ser utilizada como coartada para la
barbarie, pide ser entregada a Menelao; sin su amor, ¿qué sentido tiene ya
permanecer allí? Aun siendo plenamente consciente de que supondría para ella
una muerte segura, la prefiere al tormento de estar separada de su enamorado. Pero
Paris vuelva al campo de batalla y, en un último gesto heroico, es herido de
muerte, pero no lo ha hecho por su amada, lo que zanja definitivamente la
trágica historia de amor.
En un
último arrebato de cordura, completamente ebria ya de ambrosía y de loco amor
por Paris, Helena pide a su impertérrito jurado que su nombre deje de
utilizarse como coartada del odio, la destrucción y el ansia de poder de los
hombres para, sin esperar el veredicto – porque no lo necesita – dirigirse al alba
y descansar. Quizás lo más doloroso para ella siempre fue el no haber tenido la
ocasión de ser escuchada. Es por eso que, probablemente, lo menos importante
del juicio a una zorra sea el veredicto final para el que, quien se sienta
libre de culpa, se atreva a condenarla.
Mario
Lorenz
BIBLIOGRAFÍA.
Bowra, Maurice. La
Atenas de Pericles. Madrid: Alianza Editorial, 2015.
Canfora, Luciano. El
hombre griego. Madrid: Alianza Editorial, 1993.
Hernández, David y Raquel López. Civilización griega. Madrid: Alianza Editorial, 2014.
Picazo, Marina. Alguien
se acordará de nosotras: mujeres en la ciudad griega antigua. Barcelona: Ed.
Bellaterra, 2008.
Saquero, Pilar. "Helena de Troya: una heroína
controvertida ". Asparkia: Investigació feminista, Nº 25 (2014): 113-126.
Foto
de portada: https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2020/08/18/obra-de-teatro-juicio-a-una-zorra-carmen-machi-serie-hbo-1391412.html
[1] Pilar
Saquero, “Helena de Troya: una heroína controvertida”, Asparkia: Investigació feminista, Nº 25 (2014): 124.
[2] Luciano
Canfora, El hombre griego (Madrid:
Alianza Editorial, 1993), 145-146.
[3] Marina
Picazo, Pandora, el inicio de la
misoginia occidental (Bellaterra: Ed. Bellaterra, 2008), 32.
[4]
Maurice Bowra, La Atenas de Pericles (Madrid:
Alianza Editorial, 2015), 178.
[5] Saquero,
Helena de Troya…, 114.
[6] Picazo,
Pandora…, 34.
[7] Picazo,
Pandora…, 35.
[8] Saquero,
Helena de Troya…, 123.
[9] Picazo,
Pandora…, 36.
[10] Picazo,
Pandora…, 38.
[11] David
Hernández y Raquel López, Civilización
griega (Madrid: Alianza Editorial, 2014), 65-66.
[12] Ibíd., 42.
[13] Marina Picazo,
Alguien se acordará de nosotras: mujeres
en la ciudad griega antigua (Barcelona: Ed. Bellaterra, 2008), 54.
[14] Ibíd.,
51.