Sus padres no tuvieron con él ningún cuidado, simplemente lo trajeron a este mundo, le abrieron la puerta y le dieron con ella en las narices. No, no es que le faltara de nada, pero se desentendieron de sus principales preocupaciones, siguieron con su vida como si la habitación del fondo estuviera habitada por algún ser que de vez en cuando vagabundeaba por la mesa de la cocina. No, tampoco fue algo premeditado, con lo que no pudo achacárles maldad alguna, eran así, y le creaban una infelicidad, un vacío que año tras año resultaba mas difícil llenar, hasta que un día encontró a Dios. Y a las drogas.
Sus padres no le querían, pero el rezaba, y se sentía mejor. Desde que comenzó con los porros se sentía culpable, pero el rezaba, y se reconfortaba. Por supuesto enseguida pasó a la coca y finalmente a la heroína pasando toda una seríe de medicinas alucinógenas trapicheadas en farmacias de guardia, pero el rezaba y era como un bálsamo para su conciencia.
Pronto las deudas lo dejaron en situación peligrosa para su vida, pensó en pedirle dinero a sus padres, pero recordó, no le querían, penso en pegarse un chute, pero claro, nadie le quería fiar, pensó en rezar, y se sintió mejor ... aunque de todos modos había que pagar la deuda y al final se arregló con un viajecito desde Colombia con un maletín del que no tenía que hacer preguntas. Todo fue bien, en Colombia consiguió mantener la calma y se sintió aliviado, pero decidió no dar gracias a Dios hasta haber pasado todo el trago entero. En Madrid la cosa no iba a ser muy diferente, un pequeño cacheo, dos o tres preguntas y para fuera de la terminal, dónde todo habría terminado.
Y a punto estuvo de terminar bien ... lástima que lo vieran, por el rabillo del ojo, como se santiguaba al abrirse las puertas automáticas dando las gracias a Dios.