“En algún apartado rincón del universo centelleante,
desparramado en innumerables sistemas solares,
hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento.”
Nietzsche, F.
Cuando Hegel nos anunciaba,
por primera vez[1],
la muerte de Dios, lo hacía desde la seguridad y la confianza de quien se creía
capaz de llenar ese inmenso vacío con las herramientas ilustradas que habían
permitido la caída del Antiguo Régimen tras la Revolución Francesa de 1789. La
esperanza que le otorgaba la razón abría ante su mente la certeza de un futuro
idealizado, en el que las relaciones entre los hombres no estarían basadas más
que en el inmenso saber positivo recopilado en los siglos anteriores.
Tras Nietzsche, ya no
queda nada de esa firmeza, y ese vacío queda ahora bajo nuestros pies
presentándose tal como es, un abismo al que nos hemos abocado nosotros mismos
en nuestro afán de búsqueda de las respuestas que han sacudido, desde que el
hombre es hombre, nuestra consciencia. Pero de ese sentimiento de pérdida, de
vértigo y miedo, que acompaña a quien valientemente decide afrontar esa verdad,
nace una salida, un camino que pueda llevar al hombre a colocarse en el lugar
que le corresponde, un lugar que no se encuentra en ningún punto lejano ni
recóndito del universo, sino que está tan cerca y tan íntimamente ligado a
nosotros, que no hemos sido capaces de aprehenderlo, en nuestro afán de
fijación y conocimiento, hasta el exacto y preciso momento en el que él se ha
dado cuenta. Y en su intento de mostrárnoslo acabó dejándose la vida, a pesar
de que a través de su filosofía buscaba precisamente lo contrario, su curación,
o cuanto menos un bálsamo, como nos dice Copleston[2]:” […] Nietzsche estaba habituado a hablar de
doctrinas o teorías particulares, como si fueran estratagemas de
autoconservación o tónicos autoadministrados”.
En La gaya ciencia, Nietzsche
nos invita al conocimiento alegre, libre y despreocupado, al que solo puede
accederse cuando se toma conciencia de que el pretendido saber no es sino un
vano intento del hombre de ordenar la naturaleza para la tranquilidad de su
espíritu, esa es la verdadera muerte de Dios: la toma de conciencia de nuestro
propio engaño, el que solo podía tener sentido si conseguíamos olvidar que era
precisamente eso, un engaño. Una vez desenmascarada la realidad, ésta se nos
presenta tal y como es: cambiante, caótica, despiadada en ocasiones. Con Dios
mueren conceptos como la humanidad[3], frente
a lo que somos todos y cada uno de nosotros: diferentes, únicos, variables y
contradictorios; como el amor, cuyo concepto platónico desaparece frente a lo
que significa el amor para todos y cada uno de nosotros en todos y cada uno de
los momentos que vivimos, nunca lo mismo, siempre diferente; o el bien, en
nombre del cual se han cometido los peores crímenes de la historia así como los
actos más sublimes. En definitiva, ¿qué nos queda cuando los valores que
habíamos creído eran la guía de nuestro camino en este mundo se desmoronan?,
quedamos nosotros, nosotros solos.
La invitación de
Nietzsche en el conocimiento alegre[4] de La
gaya ciencia es a sentirnos como un niño, sin prejuicios, sin miedo a la
experimentación y el descubrimiento, aquel que no conoce las reglas del juego porque
aún no se las han explicado, debido a que todavía no le han mostrado el engaño
y no dispone por tanto de pretendidos conceptos de perfección inalcanzables que,
con el tiempo, no harán más que provocarle frustración una vez le sean
transmitidos y llegue a sentir que quedan fuera de su alcance.
Pero, ¿qué pasa si
descubrimos que esos modelos conceptuales al modo platónico no existen?, el
abismo: el nihilismo. ¿Qué pasa si tomamos conciencia de que allí donde
habíamos creído estaba lo que debíamos hacer, pensar o sentir[5] no hay
nada? ¿Qué sucede si nos damos cuenta de que solo estamos nosotros? ¿Qué
sucedería si la culpa que hemos llevado a cuestas durante siglos desaparece? ¿Y
si no existiera ni premio ni castigo? ¿Qué harían todos los hombres excepto un
tipo muy especial de hombre que todavía no existe, pero que ha de venir? La
mayoría sentiríamos el terror de descubrir que quizás todo es un sinsentido, el
fin, pero ¿y si solo fuera el principio, el despertar? Por eso Nietzsche no nos
deja solos en ese precipicio, no se conforma con aniquilar los valores que nos
habían acompañado hasta ahora, sino que los invierte. Él enciende la luz en la
caverna platónica y nos muestra los ideales tal como son: interpretables a
través de la experiencia individual, lo que es para uno, puede no serlo para
otro. Valores como el bien y el mal quedan supeditados a la experiencia
particular de cada uno, a su interpretación, ¿o es que el terrorista es
consciente de que encarna al mal cuando realiza un atentado? No, bajo su punto
de vista, actúa por el bien de la causa que defiende[6].
Tal como Heidegger
nos señala en su libro Nietzsche[7], El peso
más abrumador, nombre del fragmento a partir del cual se desarrolla este texto,
es la primera comunicación que Nietzsche realiza de la doctrina del eterno
retorno. Más esclarecedora es la profesora Manzano[8], que nos
plantea esta idea central del pensamiento de Nietzsche como una escalera de Wittgenstein,
una herramienta con la que nos invita a plantearnos como sería nuestra vida,
como podría ser nuestra vida si pudiéramos llegar a comprender lo que pretende
transmitirnos. Nietzsche siente esa necesidad, de ninguna otra manera
pretendería facilitarnos el acceso al nivel en el que se encuentra, parece empeñado
en hacernos despertar: ”¿O has tenido la
vivencia alguna vez de un instante terrible en que le responderías: ‘Eres un
Dios y nunca escuché nada más divino’?”. Empeñado en que seamos valientes y
nos atrevamos a destruir la mascarada que toda la historia de la filosofía ha
dejado impresa en nuestro más profundo yo. Pretende que rompamos las cadenas,
que nos liberemos del enorme peso que nos aplasta y que nos desliga del mundo
real, el único que tenemos a nuestro alcance y cuyas potencialidades nos han
sido negadas hasta ahora.
Pero, ¿qué pasaría si
llegaras a darte cuenta?: ”Si aquel
pensamiento llegara a tener poder sobre ti, así como eres, te transformaría y
tal vez te trituraría”. Es decir, llegado el momento de entender la
realidad desde el punto de vista interpretable de Nietzsche, pueden pasar dos
cosas, que te “transforme” en superhombre[9]: capaz
de crear y seguir su propio camino, en definitiva, de liberarse del peso que
podría triturarle, o que el miedo que te provocaría sentir el nihilismo (el
abismo) del que hablábamos anteriormente te paralizara y no permitiera la
transformación. De este modo, a través del miedo que provocaría el sentimiento
del eterno retorno a una vida anodina, basada en el engaño y la mentira (en
sentido extramoral), Nietzsche nos invita a reaccionar y nos facilita el acceso
a su pensamiento y a las implicaciones que tendría para nosotros, en términos
de gozo de nuestra completa potencialidad como hombres.
Tal como Nietzsche
nos plantea: “¿quieres esto una vez más e
innumerables veces más?”, solo el superhombre puede responder que sí a esta
pregunta, solo él puede seguir avanzando sin las referencias de las que
disponíamos hasta ahora, solo el superhombre puede superar el miedo y crear sus
propios valores conforme a él mismo y afirmarse como lo importante, lo único
importante, y no padecer temor al reconocerlo. Bertrand Russell parece apuntar
también en esta dirección y aduce que es precisamente del miedo de donde nace
el superhombre, aunque desde un punto de vista completamente diferente[10]: ”No se le ocurrió nunca a Nietzsche pensar que
el afán de Poder, con que adorna a su superhombre, es un producto del temor.
Los que no temen a sus vecinos no ven la necesidad de tiranizarlos”. Más
allá de la opinión negativa que deja traslucir Russell a lo largo de todo el
capítulo que le dedica al filósofo alemán, y que podría estar influenciada en
parte teniendo en cuenta el momento de la publicación del libro, un momento en
el que las heridas están todavía sangrando tras la Segunda Guerra Mundial[11], es
cierto que el superhombre debe superar el miedo, aunque en mi opinión se
equivoca en cuanto al origen del mismo, que como ya he intentado explicar
anteriormente, está relacionado con una estructura general de la realidad,
configurada a lo largo de siglos y siglos,
que Nietzsche rompe completamente. De lo que no cabe duda es de que, tal
como nos dice Copleston[12]:” […] el superhombre es todo lo que hubiese anhelado
ser el afligido, el solitario, el atormentado y olvidado herr profesor doctor
Friedrich Nietzsche”.
Pero volviendo al
eterno retorno, una vez más, totalmente de acuerdo con la profesora Manzano en
su interpretación: solo desde una vida de plenitud de
desarrollo de nuestras potencialidades, estando dispuesto a “ser bueno contigo mismo y con la vida”, podrías
responderle al demonio que aceptarías, una y mil veces, volver a vivir tu vida,
aceptando el deseo y las pulsiones como parte de nuestra naturaleza. En este
punto nos encontramos, como es constante en la obra de Nietzsche, con la
inversión del platonismo: la transvaloración de todos los valores, ¿cuál sería
la posición de un “superhombre” platónico frente a la disyuntiva que nos
propone el demonio? Muy someramente, ¿acaso no sería su objetivo vivir una vida
conforme a los valores éticos y morales del ideal griego clásico, para llegar
al final de su vida terrenal con la sensación del deber cumplido? Tras esa vida
plena, nunca aspiraría al eterno retorno debido a que, probablemente, creyera
que ya había cumplido con todas las expectativas posibles, por lo que no tendría
para él ningún sentido repetir una vida que ya ha sido perfecta, pudiéndose por
tanto ir en paz y, quizás, como nos proponía el profesor Grimaldi[13],
habiendo tomado por buena, aun a sabiendas de su indemostrabilidad, la
esperanza de una vida eterna como premio por haber seguido las reglas al pie de
la letra.
Nuestro maestro de la
sospecha[14]
no fue un filósofo al uso, incluso hay quien duda que pueda calificársele como
tal y lo incluye en una disciplina más literaria, como si la filosofía no fuera
también literatura y no pudiera hacerse filosofía más que desde una posición
preestablecida y dictada por la academia. De lo que no cabe duda es que el
pensamiento de Nietzsche resulta incómodo si uno prefiere no cuestionarse
ciertas cosas, una posición muy extendida actualmente. Por otro lado, la
utilización que se ha hecho de su obra, en un caso similar al de Marx, no ayuda
precisamente a que podamos aproximarnos fácilmente a ellos sin realizar antes
un enorme esfuerzo de evasión de lo que ha sido la historia europea en los
últimos dos siglos. Lo que se me aparece también como meridianamente claro es
que un filósofo que se cuestiona los pilares de nuestra civilización occidental,
tal como lo hace también Marx, no resulta demasiado conveniente para quien
prefiere mantener el estado actual de las cosas y tiene además el poder para
hacerlo; ¿a quién no le conviene? bueno, esa es otra historia.
[1]
JAESCHKE, W. «La consciència de la
modernitat». Nota extraída de la web del Profesor Alcoberro:
[2]
COPLESTON, F. “De Fichte a Nietzsche”, p. 521.
[3] Aquí es
donde vemos al Nietzsche más filólogo, que aplica sus conocimientos sobre el
nacimiento del lenguaje, el acuerdo al que llegamos, en definitiva, para la
creación de las palabras que definen conceptos. Convención que olvidamos hemos
realizado y que nos lleva a aceptar la realidad de un concepto artificial como
el de humanidad, y a negar lo que realmente somos, un conjunto de humanos
totalmente diferentes entre sí.
[4]
IZQUIERDO, A. Prólogo de La gaya ciencia en la edición indicada en la
bibliografía.
[5] En
definitiva, el modelo de comportamiento occidental.
[6] Más que
en ningún otro punto, y sin pretender caer en relativismos, he tratado aquí
(pobre de mí) de ponerme en la piel de Nietzsche con un caso extremo, espero
que se me entienda. Quede claro que ninguna acción que vulnere los DDHH puede
ser defendida, desde un punto de vista ético, como idea del bien.
[7] Tras
haber acudido a su libro en busca de un poco de luz, he de decir que no me ha
servido demasiado para entender, entre otros, el concepto recurrente en
Nietzsche del eterno retorno, opinión que en parte se ha visto confirmada
gracias a un artículo de José Luis Molinuevo en la web El cultural. En la
cabecera del artículo puede leerse: “[…]
A partir de ahí se generó el tópico de que sirve más para entenderle a él que a
Nietzsche”.
[8] Ver
video en referencias.
[9] Me gusta
infinitamente más la traducción que, de Übermensch, hacen los profesores
ARCHILES, A.; RUIZ, J.J. y VILANA, V. en Nietzsche
sobre verdad y mentira en sentido extramoral: “[…] suprahumano, el que va más allá de lo que hasta ahora los
occidentales han llamado humano”.
[10]
RUSSELL, B. “Historia de la filosofía occidental”, 1946, p. 1002
[11] La
manipulación que de la obra de Nietzsche hizo su hermana Elisabeth, así como la
apropiación de su pensamiento realizada por el nazismo ha estigmatizado
enormemente a este pensador.
[12] COPLESTON,
F. “De Fichte a Nietzsche”, p. 544.
[13] Ver
video en referencias.
[14] Junto
con Marx y Freud.
BIBLIOGRAFÍA / REFERENCIAS.
NIETZSCHE, F. «La gaya ciencia» Editor digital: ElCavernas, 1882
COPLESTON, F. «De Fichte a Nietzsche - 7» Editor digital: Titivillus, 1958
RUSSELL, B. «Historia de la filosofía occidental» Editor digital AlNoah, 1946
HEIDEGGER, M. «Nietzsche» Editor digital: Titivillus, 1961
DARÍO SZTAJNSZRAJBER. Nietzsche. [Consulta: diciembre de 2018]
GRIMALDI, N.; NÚÑEZ, F. Hablamos de Sócrates. MATERIAL DIDÀCTIC DE LA UOC.
MANZANO, Julia. Nietzsche en 8 minuts. [Consulta: diciembre de 2018]
ARCHILES, A.; RUIZ, J.J.; VILANA, V. «Sobre verdad y mentira en sentido extramoral de F. Nietzsche». Valencia: Ed. Diálogo, 2008.
ISBN 84-95333-08-2
Alcoberro, Ramon. Filosofia i pensament. Hegel [article en línia]. [Data de consulta: 18 de novembre de