“Solo mediante el olvido de este mundo primitivo de metáforas, […] solo mediante la invencible creencia que este sol, esta ventana, esta mesa son una verdad en sí, en resumen: gracias solamente al hecho de que el hombre se olvida de sí mismo como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma, seguridad y consecuencia.“
F. Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral
Quien iba a pensar, en 1751, que el optimismo con el que Diderot empezaba a publicar la Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers —que pretendía ser el compendio definitivo de todo el nuevo saber adquirido gracias a la Ilustración— acabaría convirtiéndose, ya en el s. XX, en una sensación de desencanto con sabor a decepción que llamaríamos posmodernidad. ¿Creamos unas expectativas demasiado altas?, ¿soñamos más allá de nuestras posibilidades?, ¿era demasiado pronto quizás?
O es que, quizás, ¿alguien dio
por alcanzados esos objetivos de justicia?, ¿o simplemente dejaron de ser
útiles tras la consumación del cambio de régimen? No es el objetivo de este
ensayo dar respuesta a estas preguntas, pero considero que es necesario
planteárselas para situarnos en el contexto histórico posmoderno y comprender
mejor de dónde vienen las preguntas acerca de la naturaleza humana y el poder
que sí atañen a este texto.
Parece claro que, pasados ya algo
más de dos siglos, no ha sido todavía suficiente para alcanzar todo lo que se
pretendió —desde un punto de vista crítico—, pero reconforta ver a dos genios
como Chomsky y Foucault seguir intentándolo, a pesar de que el mundo se ha
revelado infinitamente más complejo de lo que se intuyó en la Ilustración. Todo,
se sobreentiende, desde la comprensión absoluta y el agradecimiento infinito a la
sabiduría metafísica, si se me permite, transmitida por quienes les
precedieron, y desde la consciencia de que, sin sus intentos —con mayor o menor
éxito— de dejar constancia de sus aprehensiones, resultaría completamente
imposible haber llegado hasta aquí, independientemente del momento en el que
nos encontremos ahora, pero eso tendrán que valorarlo, con mejor perspectiva,
los pos-pospodernos.
Pero entremos ya en el
concepto de naturaleza humana, que Chomsky aborda desde su óptica de lingüista,
y de cómo, a través de un proceso de aprendizaje imperfecto, limitado y
rudimentario —aunque esencial—, es posible llegar a estructuras de conocimiento
altamente complejo:
Este fenómeno relevante tiene una única
explicación posible, que expondré de modo muy resumido, y es suponer que el
esquema estructural general, y tal vez incluso el contenido específico del
conocimiento, que en última instancia proviene de esta experiencia muy
fragmentaria y limitada, es en gran medida un aporte del individuo mismo y, de
hecho, es un aporte determinante. (Chomsky, p. 8)
Es este conocimiento
específico, completamente independiente de la lengua que se utilice —Chomsky
incluso lo califica de instintivo—, y que ya se encuentra en nosotros de forma
innata, el que define la naturaleza humana:” es como si, en tanto seres
humanos con una organización biológica particular dada, tuviéramos en nuestra
cabeza, desde el comienzo, cierto conjunto de estructuras intelectuales
posibles, de ciencias posibles” (Chomsky, p. 21).
Foucault es escéptico respecto
a la definición de Chomsky y frente al concepto mismo de naturaleza humana. No
menosprecia la importante función que ha desarrollado desde el punto de vista
de la filosofía de la ciencia, pero no lo considera un término científico. Me
atrevería a asignarle, desde el punto de vista del filósofo francés, un
cometido similar a la escalera de Wittgenstein, concepto —el de naturaleza
humana—que resultaría útil y necesario mientras se desarrollan nuevas teorías
en los diversos ámbitos:
Creo que en la historia del conocimiento
el concepto de naturaleza humana cumplió, ante todo, el rol de un indicador
epistemológico para designar ciertos tipos de discursos vinculados o
contrapuestos a la teología, la biología o la historia. Me resultaría difícil
ver allí un concepto científico. (Foucault, p. 10)
Chomsky es completamente
honesto en este punto, y no puede sino admitir la dificultad de convertir el
concepto de naturaleza humana en una noción plenamente científica, aunque no
cierra la puerta a que pueda serlo en un futuro:
En otras palabras, para ser más
precisos, ¿es posible dar una explicación biológica o física, es decir,
caracterizar, en términos de los conceptos físicos disponibles en la
actualidad, la habilidad de un niño para adquirir sistemas complejos de conocimiento
y, sobre todo, explicar cómo una vez adquiridos hace uso de este conocimiento
con la libertad, la creatividad y la variedad con que lo hace? ¿Podemos
explicar en términos biológicos, en última instancia en términos físicos, estas
propiedades, es decir, tanto la adquisición del conocimiento como su posterior
utilización? Realmente no encuentro ningún motivo que me lleve a pensar que
esto sea posible; en otras palabras, es un artículo de fe de parte de los
científicos creer que como la ciencia ha explicado muchas otras cosas explicará
esto también. (Chomsky, p. 11)
Me sorprende y agrada en igual
medida esta vuelta a un concepto tan premoderno como la fe —aunque con una
acepción bien diferente— que deja abierta la puerta a esos intangibles que se
dieron por superados durante la Ilustración y a los que los posmodernos vuelven
sin ningún tipo de prejuicio ni temor.
Es esa creatividad natural —no
la creatividad del genio, sino la del niño que transforma una educación
precaria e imperfecta en una capacidad de entendimiento y de expresión compleja—
característica de la naturaleza humana, el objeto de interés de Chomsky. Desde
el otro lado de la montaña —como diría Elders—, y en busca de
similar conocimiento, escaba Foucault más interesado en como las condiciones
sociales e intelectuales existentes a lo largo de un periodo histórico
determinado, influyen en ese conocimiento científico complejo.
No parece mostrar Foucault, en
definitiva, demasiado interés por el concepto de naturaleza humana y su
relación con la creatividad. No es, para sus estudios de historia de la
ciencia, un factor relevante, dado que alude al sujeto y a nuestra necesidad de
poner fecha, nombre y apellido a cualquier nuevo conocimiento adquirido. Su
objetivo es comprender el conjunto de procesos que han ayudado —o, por el
contrario, han impedido o retrasado— que el sujeto pueda alcanzar el
conocimiento:
no es necesario que la verdad se
constituya a sí misma en la historia, sino sólo que se revele a sí misma en la
historia; oculta a los ojos de los hombres, inaccesible de manera provisoria,
eclipsada, a la espera de la revelación. La historia de la verdad sería
esencialmente su demora, su caída, o la desaparición de los obstáculos que
hasta ahora han impedido que salga a la luz. (Foucault, p. 15)
Foucault prefiere no utilizar
el concepto de naturaleza humana dado que es propio del sujeto; es un concepto
que emana de él mismo. Su interés está centrado en el proceso histórico de
comprensión y elaboración de la verdad:
¿Pero qué sucedería si la comprensión
del vínculo entre el sujeto y la verdad fuera sólo un efecto del conocimiento?
¿Qué ocurriría si la comprensión fuera una formación compleja, múltiple,
no-individual, no «sujeta al sujeto» que produjo efectos de verdad? […] En todo
caso, mi inquietud es reemplazar la historia de los descubrimientos del saber
por las transformaciones de la comprensión. (Foucault, p. 15)
Se trata de poner en valor
todo lo que la historia de la ciencia ha neutralizado —según afirma
Foucault— hasta ahora; dejar de centralizar el saber adquirido en la mente de
individuos particulares que avanzan a golpe de genialidades puntuales y espontáneas,
poniendo la atención en los factores y condiciones que permitieron la
adquisición de ese saber o la inquietud por la búsqueda de esa verdad.
Pero es en el campo de la
práctica, de la vida misma y de la organización política que ejerce el poder,
cuando el concepto de naturaleza humana nos lleva a la encrucijada. Es entonces
cuando la derivada del debate acerca de la existencia o no de la naturaleza
humana, con sus valores intrínsecos y esenciales, reales o imaginados, nos
lleva a la verdadera controversia que supone su relación con el poder.
Volveremos a ello más adelante.
Desde la necesidad de
desarrollo de esa creatividad tan propia de la naturaleza humana, Chomsky
entiende que cualquier forma de gobierno que la limite o coarte debe ser
entendido como inadecuado. Sin entrar ahora a definirlo, Chomsky entiende el
anarcosindicalismo como el único modelo posible en el que el individuo puede
desarrollar esa creatividad, un modelo en el que puede conformarse en algo más
que una mera pieza de la máquina al servicio del proceso mecánico de
producción, sin posibilidad ninguna de desarrollar sus capacidades.
Foucault, al contrario que
Chomsky, no propone ningún modelo de organización política. Considera más
importante y urgente desenmascarar los modos en los que el poder es ejercido a
través de un sistema de organización política dado. Sin la comprensión de esos
engranajes —muy lejos ya de aparecer como obvios— sin la denuncia y
publicación, sin que sean sacados antes a la luz y sin que sea transmitidos de
manera que queden al alcance de la comprensión por parte de todos estamos
condenados a seguir padeciéndolos:
Por otro lado, una de las tareas que
considero urgentes y apremiantes, por encima y más allá de todo lo demás, es la
siguiente: deberíamos indicar y mostrar, incluso cuando están ocultas, todas
las relaciones del poder político que actualmente controlan el cuerpo social lo
oprimen y lo reprimen. […] Sabemos que la función de estas instituciones es idear
y transmitir ciertas decisiones para su aplicación en nombre de la nación o del
Estado, y para castigar a quienes no obedecen. Pero creo que el poder político
también se ejerce a través de la mediación de ciertas instituciones que
parecerían no tener nada en común con el poder político, que se presentan como
independientes a éste, cuando en realidad no lo son. (Foucault, p. 30)
Más que pensar en la forma en
la que debería ser ejercido el poder, lo que nos dice Foucault —y me parece de
una gran trascendencia, constatando además su enorme vigencia e influencia— es
que deberíamos invertir nuestros esfuerzos en destapar los mecanismos con los
que ciertas instituciones, aparentemente tan alejadas del poder, influyen de
manera tan enorme como insospechada en nuestra vida diaria. O lo que sería lo
mismo, preguntarnos por las razones por las que, por ejemplo, consideraremos
sin duda como violencia que un camarero agreda físicamente a su jefe, pero no
que este le pague 600€ al mes por trabajar doce horas al día con un contrato de
media jornada:
Me parece que la verdadera tarea
política en una sociedad como la nuestra es realizar una crítica del
funcionamiento de las instituciones que parecen neutrales e independientes;
hacer una crítica y atacarlas de modo tal de desenmascarar la violencia
política que se ha ejercido a través de éstas de manera oculta, para que
podamos combatirlas. (Foucault, p. 31)
Y habiéndome pasado ya
largamente de la extensión requerida para este ejercicio, pido disculpas para
abordar, muy brevemente, la controversia de la que hablaba anteriormente. Y es
que, como he tratado de transmitir, me parece apasionante la concepción de
Chomsky acerca de la naturaleza humana, pero no puedo dejar de estar de acuerdo
con el problema que plantea Foucault.
A saber, ¿cómo vamos a
reinventar (por utilizar un término positivo) nuestra sociedad a través de
conceptos aparentemente intrínsecos a nuestra naturaleza, pero que han sido creados,
en gran medida, en el interior de las mismas estructuras de poder que deben ser
derrocadas?
BIBLIOGRAFÍA
Chomsky, N.
& Foucault, M. (2014). La naturaleza humana: justicia versus poder. Un debate. epublibre.org.
Fomet-Betancourt, R., Becker, H. & Gomez-Muller, A.
(1994). "La ética del cuidado de uno mismo como práctica de la
libertad". En: M. Foucault. Hermenéutica del sujeto. La Piqueta.
Fontana, M.
(1999). “Verdad y poder”. En: Foucault, M. Estrategias de poder. Paidós
Ibérica.
Garcés, M. El
problema de la diferència. Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).