Como en un momento puedes perder la perspectiva, verte desde arriba, desde cientos de kilómetros, no como una individualidad, sino como una pequeña parte del todo, ya no estás dentro de ti, estás fuera, completamente fuera, y perdiendo todo conciencia de ti mismo ya no existe el egoismo, porque tú ya no existes. Se trata de difuminarse, de quitarse importancia, de no permitir que este pequeño intervalo de tiempo que es nuestra vida nos permita pensar que somos algo mas que polvo y esperma.
Y es el hecho de que el esperma que dejamos aquí, como inútil pretensión de eternidad, no lleve marcadas a fuego nuestras experiencias, nuestras vivencias y sufrimientos, lo que hace que el ciclo se repita una y otra vez. El fracaso mas grande de la gran madre naturaleza para con nosotros, condenados a sufrir siempre las mismas historias y cometer los mismos errores.
Con la conciencia individual como lacra ineludible, con el egoismo insertado justo al lado del corazón y en nuestra propia naturaleza de seres humanos se me viene a la cabeza esta imagen pesimista de lo que somos y un negro destino final. Ya cada vez compensan menos esas pequeñas elevaciones, pequeños momentos de comprensión que se olvidan en un segundo y no se pueden expresar con palabras.