Fuente: https://lnt.ma/turquie-proces-des-deux-responsables-de-la-mort-deylan/ |
Vivimos en un mundo
cuyos recursos son finitos. Comenzar con esta afirmación, que no por obvia debe
dejar de ser subrayada, me parece una buena manera de iniciar un texto cuyo eje
principal va a ser la reacción, en el sentido más peyorativo del término, de una
comunidad que recibe a migrantes y refugiados. En la medida en que el actual
gobierno italiano represente a su sociedad, solo soy capaz de explicar en base
al miedo provocado por esa escasez, el hecho de que se penalicen, en la manera
que nos muestra el artículo de Xavier Montanyà, soluciones inteligentes,
imaginativas, prácticas y efectivas como la llevada a la práctica por Domenico
Lucano.
Conviene aclarar en
este punto que la chocante afirmación inicial no lleva consigo la opinión
particular de que ya hayamos alcanzado ese límite de los recursos, ni mucho
menos, mi intención era señalar que el miedo a esa posible finalización resulta
muy útil, en último término, para agrupar a la gente y abocarla a la
confrontación frente a un pretendido enemigo exterior, desestimando otras
descabelladas y disparatadas ideas, tales como una mejor distribución de los
recursos, un cambio en nuestro confortable sistema económico, o el simple
cumplimiento de los Derechos Humanos. En realidad, tal como nos dice el
Profesor Harari[1]
a propósito del carácter finito de los recursos y el miedo a su agotamiento:” El crecimiento económico necesita también
energía y materias primas, y estas son finitas. Cuando se agoten, si es que lo
hacen, todo el sistema se desmoronará. Sin embargo, las pruebas que proporciona
el pasado es que son finitas solo en teoría. De forma contra intuitiva,
mientras que el uso que ha hecho la humanidad de la energía y las materias
primas ha crecido mucho en los últimos siglos, las cantidades disponibles para
nuestra explotación en realidad han aumentado. Cada vez que una escasez de una
u otras ha amenazado con hacer más lento el crecimiento económico, han fluido
las inversiones hacia la investigación científica y tecnológica. Esto ha
producido de forma invariable no solo maneras más eficientes de explotar los
recursos existentes, sino también tipos completamente nuevos de energía y
materiales.”
De este modo, ¿de
dónde viene nuestro miedo a qué nos roben algo que solo nos pertenece de forma
tan contingente?, quizás podamos responder a eso con una nueva pregunta, esta
vez retórica, ¿qué necesidad tiene ningún gobernante de solucionar los
problemas de sus ciudadanos cuando puede enfrentarlos a malvados ladrones
extranjeros?, o ¿qué necesidad hay de dar explicaciones a los votantes cuando
puedes distraerlos de sus propias “miserias” asustándolos con el anuncio de la
llegada del leviatán? Lo lamento, finalmente han sido dos preguntas.
El éxito del proyecto
del alcalde de Riace vendría a poner en duda ese miedo al otro, y vencido ese
miedo ¿cómo se mantiene el estado actual de las cosas? La manera en que tanto Italia como el resto de los países de la Unión Europea está tratando a
los migrantes y refugiados nos causará en el futuro tanta vergüenza como la que
debieron sentir los habitantes de Dachau, cuando en 1945 fueron obligados por
el ejército aliado que liberó el campo de concentración situado en sus
inmediaciones, a desfilar por su interior para ver las atrocidades que allí se
habían estado cometiendo. Cuando, con la
perspectiva del tiempo, seamos capaces de reconocerlo, no podremos alegar
desconocimiento, como sin duda hicieron la mayoría de ellos; fotos como las del
niño kurdo Aylan, ahogado en una playa turca en 2015, playa que podría haber
sido española o italiana, martillearán nuestra conciencia tal como lo hará el
hecho de haber procesado a un alcalde italiano, cuya única culpa ha sido enfrentarse
con soluciones a un derecho inalienable, el de poder huir de una tierra natal
desolada por la guerra o simplemente en busca de un futuro mejor.
¿Qué sentido tiene
preocuparnos por las cifras del paro cuando están muriendo niños en nuestras
playas?, ¿qué sentido tiene hablar de sanidad pública cuando hay millones de
personas muriendo de hambre en el mundo? Los migrantes y refugiados nos
enfrentan con nuestras peores pesadillas, las que nos despiertan para
recordarnos que nuestro etnocentrismo no puede levantar muros insalvables, que
la desesperación humana no entiende de fronteras y que por mucho que nos
empecinemos en negarlos, existen, y han venido a nuestra casa para
recordárnoslo. Sólo parece haber una alternativa, o los odiamos o nuestra
conciencia no nos permitirá disfrutar, ni que sea por un tiempo más, de nuestro
magnífico Estado del Bienestar. Ese es el motivo principal de que proyectos como
el de Domenico Lucano y sus vecinos no deban triunfar. Su victoria podría
llevarnos a una conclusión catastrófica, que un discurso alternativo es
posible, y que ese discurso conlleva, en esencia, que un cambio sustancial en
el sistema político y económico es posible, un cambio a un sistema en el que no
sean necesarios intermediarios, rentistas, facilitadores ni demás burocracia, y
en el que toda la enorme estructura gubernamental modelada alrededor de
nosotros, los ciudadanos, sea prescindible. Si el alcalde Lucano ha sido capaz
de hacerlo desde dentro mismo de ese sistema, ¿que no podría hacerse sin tantos
factores en contra? la simple duda podría explicar las acciones emprendidas
contra él.
Pero, ¿cómo
explicamos la necesidad de un líder político de enfrentarse, y enfrontar a los
que representa, con seres humanos que huyen de la guerra o de situaciones de
extrema pobreza? Si echamos un vistazo a los problemas que acucian a esa
sociedad que los recibe es posible que hallemos algunas respuestas. Pero no
podemos limitarnos solo a Salvini, él no representa solo a sus votantes
italianos. El ministro del Interior italiano personifica tanto la desastrosa
política de expolio colonial llevada a cabo por todos los países europeos desde
mediados del siglo XIX y especialmente tras la Primera Guerra Mundial, como la
incapacidad de la Unión Europea de dar una solución en origen y en tiempo (nadie
quiere ser migrante), o en destino, una vez la situación se ha visto ya
desbordada. Somos todos culpables, en tanto que nuestro Estado del Bienestar se
ha basado en las últimas décadas en la desestabilización de las sociedades que
ahora llaman a nuestras puertas.
Sólo desde un punto
de vista etnocentrista, por poner un ejemplo, pueden explicarse los pocos
escrúpulos franceses e ingleses (con el conocimiento y aprobación de italianos
y rusos) a la hora de establecer los límites geográficos en Oriente Medio tras
los acuerdos Sykes-Picot (1916), división que no tuvo en cuenta ningún tipo de
condicionante social, cultural o religioso y que es la fuente primordial de los
conflictos actuales, los que están enviando a nuestras costas europeas a
millones de personas. Tal como nos comenta Bohannan[2]: “[…] la tendencia a elevarse a uno mismo a
expensas de otros es un universal humano”, por lo que parece, luchamos
contra nuestra propia naturaleza humana. En definitiva, nunca interesó a los
gobiernos occidentales fomentar en esos países sistemas políticos que
permitieran el buen desarrollo de esas sociedades, fuera el que fuera, que
siguieran su propio camino. Muy al contrario, fue
siempre de la máxima prioridad la instauración de gobiernos títere que,
enriqueciéndose hasta límites inmorales y maltratando e incluso aniquilando a
su población sin ningún tipo de remordimiento por nuestra parte, se mantuvieran
a nuestro servicio, alimentando nuestro desarrollo económico y nuestra
pretendida superioridad cultural.
Ese es Salvini, Salvini
también es Conte, es Macron, es Sánchez y Rajoy, es May; incluso es Merkel.
Salvini nos representa a todos, a todos los que no somos capaces de pararlo
todo ante tal desastre. Bueno, a todos no, en ningún caso representa a Domenico
Lucano, quizás él sea la última esperanza que nos queda como sociedad, alguien
con la convicción y el valor necesarios para apearse de un sistema que nos
tiene a todos adormecidos ante el dolor ajeno. Nos hemos construido una
agradable realidad a la que, gracias a las redes sociales, tiene acceso el resto
del mundo, y la paradoja es que no podemos compartirla ya que, de hecho, se
nutre precisamente de esa otra realidad, en la que viven miles de millones de
personas[3].
Somos diferentes, de
eso no hay ninguna duda y conviene no olvidarlo; somos diferentes a esos
hombres mujeres y niños que llegan a nuestras costas, como lo somos de nuestro
vecino, de nuestro compañero de trabajo o de nuestro amigo. Ese no es el
problema. Se trata de la utilización que se hace de esa diferencia para, en
palabras de Bohannan[4],
bloquear oportunidades, en este caso la de buscar la felicidad. Es la
diferencia al servicio de la derecha reaccionaria. Nuestra incapacidad
comprensiva de asumir esa diferencia, ese cambio, esa variación, y la necesidad
subyacente de homogenización y simplificación, es la que no nos permite
aceptarla como real y positiva. Añadiendo el miedo a la pérdida de lo que
consideramos nuestro por derecho de nacimiento, es cuando se convierte en una
poderosa herramienta al servicio de los poderosos.
Pero, ¿cómo se
articula todo eso?, ¿cuál es el factor de cohesión alrededor del cual se produce
la unidad de una sociedad frente a quienes pretenden asaltarla? Se trata de la
nación, y más concretamente, la defensa de la nación y de sus fronteras. Hemos
topado con el núcleo central del argumentario de la extrema derecha europea,
alrededor del cual gira todo su discurso, todo empieza en la nación y acaba en
ella. Resulta sorprendente que un término tan etéreo y difícilmente definible
pueda convertirse en el motor que vuelve a mover en estos momentos los
engranajes europeos más activos políticamente, y que sin ser las fuerzas más
relevantes representativamente, están condicionando y dirigiendo el debate en
todos los países de la UE:
Fuente: Carles Planas Bou (corresponsal de “el
Periódico” en Alemania), vía Twitter
¿Es razonable que un
antiguo independentista como Salvini, que defendía la separación del norte de
Italia, ahora con un 17,3% de representación en el Parlamento italiano, se haya
erigido actualmente en el máximo defensor de la nación italiana y de sus
fronteras? ¿O es que el nacionalismo no es sino la coartada para alcanzar la
mayor cuota de poder, prestigio, propiedad y placer[5] posible?
En cualquier caso, no
me preocupa tanto el ascenso de estos discursos xenófobos como el hecho de que
no estamos siendo capaces de salir de la mera indignación formal. Colaboramos
con ONGs y votamos partidos moderados a izquierda y derecha, pretendiendo así que
luchamos contra ellos, pero son esos mismos partidos a los que elegimos para
que nos representen los que no hacen más que beber de ese discurso del odio y
del absurdo, de alimentarse de ellos encauzando nuestra indignación hacia sus
propios intereses. Entre tanto va creciendo la ultra derecha, poco a poco, los migrantes siguen llegando a nuestras costas y siguen muriendo en ellas, y
empezamos a creernos, con el miedo metido en el cuerpo, que vienen a quitarnos
lo “poco” que nos queda. Por suerte, quedan
personas como Domenico Lucano, que con su lucha nos muestran que podemos
redimirnos todavía, que podemos apearnos de un sistema agotado y decir en voz
alta que esto no puede tolerarse, que hay fotos de niños muertos en playas que
merecen que se pare todo, y cuando no lo hacemos, nos retratamos, es por eso
que Salvini somos todos, yo el primero.
[1] Harari,
Y. (2014). Sapiens. De animales a dioses,
p. 411.
[2]
Bohannan, P. (2010). Para raros, nosotros.
Introducción a la antropología cultural, p. 171.
[3] Según
datos del Banco Mundial “Dollar a Day Revisited,” 2009, publicados en la web de
la ONG children international, casi
la mitad de la población mundial vive con menos de $2,50 al día.
[4] Bohannan,
P. (2010). Para raros, nosotros.
Introducción a la antropología cultural, p. 172.
[5]
Bohannan, P. (2010). Para raros,
nosotros. Introducción a la antropología cultural, p. 188.
BIBLIOGRAFIA / REFERENCIAS.
Duranti, A. (2000). Antropología lingüística. Madrid. Ed. Cambridge University Press.
Aguilera, R. (2002-05). El problema del etnocentrismo en el debate antropológico entre Clifford Geertz, Richard Rorty y Lévi-Strauss. Gazeta de antropologia. >
BOHANNAN, P. Para raros nosotros. Introducción a la antropología cultural. Madrid, Akal, 2010
HARARI, Y. Sapiens. De animales a dioses. Ed. Debate, 2015.
Llobera, J. Materials didàctics de la UOC.
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