Pero,
aunque pertinente, quizás el término marginación no nos ofrece la profundidad
necesaria para entender qué pasó realmente. Para ello deberemos acudir a Lengermann
y Niebrugge, que nos hablan de una acción mucho más negativa, radical y
significativa, pues lo que se ha hecho con las mujeres fundadoras de la
sociología es una supresión o eliminación consciente. Estos
términos muestran unos matices clave que, pienso, los hacen mucho más indicados
que la marginación. Más si tenemos en cuenta que las razones de esta
eliminación son —casi— tan tristes como la propia supresión; hablaremos de ello
más adelante.
A
pesar de que contraponen supresión a invisibilidad
—aunque restringida a las quince mujeres citadas en su estudio: dado que el
término invisibilidad podría ser aplicado entonces al resto de mujeres
sociólogas— creo que su razonamiento podría ser válido también en oposición a
la marginación:
La afirmación
de que se ha suprimido a un grupo de la historia es diferente de la
afirmación de que se ha invisibilizado a un grupo. La invisibilidad
sugiere no ser visto, es decir, que nunca se ha reconocido la presencia como
significativa […]. Ser suprimido de los textos sugiere que la presencia
ha sido percibida alguna vez por la comunidad y luego ha sido borrada de sus
registros. (Lengermann y Niebrugge, 2019, p. 21-22)
Pero
vayamos al núcleo del asunto, ¿cuál es la razón de esta supresión?, ¿por qué
fueron marginadas las mujeres en el momento de echar la vista atrás y revisar
la historia de la sociología? Solo le pido al lector un poco más de paciencia.
El objetivo de la sociología estaba claro en su momento fundacional, y era además
coincidente para hombres y mujeres:
Estas mujeres
sabían que formaban parte de un movimiento mayor que buscaba crear una ciencia
de la sociedad y tenían su propio parecer sobre lo que debía ser esa ciencia:
un proyecto de crítica social en el que la investigación y la teoría se
centraran, como necesidad moral, en la descripción, análisis y corrección de la
desigualdad social. (Lengermann y Niebrugge, 2019, p. 31)
¿Dónde
estaba entonces la diferencia? Ahora sí, se trataba, simple y llanamente de
que, para ellas, la desigualdad debía ser buscada en otros lugares, y además
pretendían hacerlo de un modo diferente, tanto desde un punto de vista práctico
como teórico:
Estas mujeres
variaron en los términos específicos de la desigualdad en los que se centraron
—género, clase, raza, etnicidad, edad o la combinación de ellas—, en el
equilibrio relativo entre investigación y teoría, y en la elección de la
estrategia de investigación y el método teórico. (Lengermann y Niebrugge, 2019,
p. 31)
Los
padres fundadores de la sociología habían definido, o estaban definiendo ya, cómo
debían ser sus pares y el modo en que debían abordarse los problemas
sociológicos, a saber, desde la seguridad de la academia y la disciplina
científica, dejando al margen, sin demasiada vergüenza, los temas más polémicos
que podían ponerlos en una situación embarazosa frente a sus fuentes de
financiación:” Adams aconsejó a sus colegas científicos sociales que
«evitaran temas controvertidos y se convirtieran en técnicos expertos al
servicio de los legisladores o las comisiones regulatorias»” (Lengermann y
Niebrugge, 2019, p. 43).
Este
hecho dejaba fuera, de facto, la aportación de una visión, tan diferente
como relevante que, se consideró, no disponía de la autoridad suficiente:
En el periodo
comprendido entre 1890 y 1947, las élites académicas de la sociología llegaron
a consensuar que el rol apropiado del sociólogo era el del intelectual comprometido
con el rigor científico, la neutralidad valorativa y la abstracción formal.
Este consenso deslegitimó el trabajo de las mujeres fundadoras y el de muchos
hombres que practicaban este posicionamiento alternativo de una sociología
crítica y activista de defensa. (Lengermann y Niebrugge, 2019, p. 39-40)
Tal
como nos dicen nuestros autores de referencia, nunca les fue concedida la autoridad
necesaria para hacer valer sus puntos de vista en un mundo en el que el poder
estaba ligado implícita y explícitamente al hombre. Esa autoridad no iba a ser entregada
fácilmente a quienes eran consideradas —y aquí tenemos otro de los puntos
clave— de una categoría social y académica inferior:
Los colegas
masculinos de las mujeres fundadoras las veían, a pesar de su fuerte presencia
individual, a través del velo del privilegio masculino como «menos que el ser»,
«el ser que no era necesario tomar en serio» —como ellas , a las que les
falta autoridad—. (Lengermann y Niebrugge, 2019, p. 36)
Analizando
ya desde un punto de vista general esta retrospectiva, uno no puede dejar de
preguntarse, y no ya solo desde una perspectiva sociológica, como le hubiera
ido a nuestra sociedad global si las mujeres hubieran estado más presentes en
su creación. Si, tal como nos dicen, se hubieran
dedicado más esfuerzos a aliviar el daño humano que, de forma inherente,
produce nuestra convivencia en sociedad, y si el conocimiento humano no
hubiera sido un fin en sí mismo cuando la sociología daba sus primeros
pasos, sino un medio para dar voz y ofrecer amparo a los desheredados.
BIBLIOGRAFÍA
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curiositat i el sorgiment de la sociologia [vídeo en línia]. UOC.
Giddens, A. (1984). Diferenciación
social y división del trabajo. Labour.
Hamilton, P.
(1992). The Englightenment and the Birth of Social Science. Polity
Press.
Lengermann,
P. y Niebrugge, G. (2019). Presentes en la creación. Mujeres en la historia de la sociología y de la
teoría social.
CIS.